Tengo una teoría de porque el horror ha creado ciertos estereotipos como “si tienes sexo o usas drogas o estabas en una fiesta, vas a morir”: La mayoría de esas historias fueron escritas por gente que no fue popular en sus niñez, por lo que aprovecharon sus creaciones como una especie de venganza literaria contra los chicos populares que si disfrutaron de vida social mientras los atormentaban.

Esa idea quizás sea cinismo de mi parte pero, a medida que el género ha evolucionado, los nuevos creativos buscan formas de evitar esos clichés, sacando de sus propias experiencias, lo cual explica porque tanto filme de misterio se ha movido hacia lo sobrenatural mezclado con ansiedades modernas (ver It Follows, The Babadook, y la excelente antología Black Mirror en Netflix, como ejemplos).

Después de tres décadas de intentarlo (pasando por una mediocre película para TV recordada con más cariño de lo que merece), IT, la novela de Stephen King, finalmente llega a la pantalla grande en las firmes manos de Andy Muschietti (Mamma), quien, junto al guion de Chase Palmer, Cary Fukunaga y Gary Dauberman, comprenden que el terror de King no es simplemente mostrar lo que nos asusta, sino entender porque nos asusta.

Contrario al libro, que intercala pasado con presente, Warner y New Line Cinema tomaron el riesgo de simplificar la densa historia de King, removiendo el club cuando adultos por completo (aparte de otros elementos; adiós tortuga), esperando que el éxito del filme abra paso a una secuela. Si el éxito de este primer fin de semana continua como se espera, probablemente se haga.

La pequeña ciudad de Derry, Maine, es una de tantas con nada particular que la distinga…excepto las desapariciones de niños siendo seis veces más comunes que en el resto del país. Más extraño aun es que ningún adulto parece darse cuenta de ese hecho, pasando de una chica desaparecida a otro sin levantar alguna sospecha de lo que pudiera estar causándolo. El más reciente es “Georgie Drenbrough” (Jakson Robert Scott), el hermano menor de “Bill” (Jaeden Lieberher), un adolescente callado y tímido, mayormente debido a una leve tartamudez, quien no logra entender porque sus padres se niegan a buscar a “Georgie” con la misma intensidad que él.

Los únicos que lo acompañan en su cruzada son sus amigos de toda la vida, el hablador “Richie” (Finn Wolfhard), el enfermizo “Eddie” (Jack Dylan Grazer), y el siempre preocupado “Stanley” (Wyatt Oleff). Eventualmente se les unen el inteligente chico nuevo de la escuela “Ben” (Jeremy Ray Taylor), el huérfano trabajador de granja “Mike” (Chosen Jacobs), y la valiente “Beverly” (Sophia Lillis), para formar el “Club de Perdedores” e investigar el misterio detrás de los horrores que asedian su pueblo.

El primer y principal acierto de Muschietti es hacernos preocuparnos por cada miembro del Club, haciéndolos protagonistas. Suena obvio pero, manos más débiles hubieran caído en la trampa de complacer el público que entra a la sala esperando ver la criatura como foco principal. En su lugar, conocemos cada niño junto a sus peores temores pues el verdadero poder del monstruo es asumir la forma de tus pesadillas, para alimentarse del miedo antes que de tu cuerpo.

Eso hace que los primeros dos actos de IT se sientan más drama que horror, con varios momentos de humor entremedio, en el que Muschietti logra descifrar lo que hace las historias de King tan atractivas. Aparte que una historia de miedo, IT es una representación de los terrores de la niñez, específicamente la pre-adolescencia, esos momentos de nuestras vidas donde comenzamos a ver el mundo con nuestros propios ojos, formamos nuestros propios grupos, empieza la curiosidad sexual, y aprendemos a lidiar con el ambiente social, descubriendo que las cosas no son tan sencillas como en la sala de nuestra casa o más complicadas que ser atormentados por “bullies” en los pasillos de la escuela.

Más allá de eso, el club de los perdedores vive en un mundo donde los adultos, no solamente no los toman en serio, sino que fallan en protegerlos, ya sea por negarse a ver la realidad, por ignorancia, por miedos exagerados, porque sencillamente ya no estén, o por ser la fuente del abuso (ninguna escena de este filme me dio más terror rabia o nauseas que el padre de “Beverly” tocando su pelo de forma indebida). Como muchos hicimos en esa etapa de nuestras vidas, los chicos buscan con quien compartir su soledad.

No es casualidad que los momentos que más temí por el club no fueron contra la criatura, sino en las manos de “Henry Bowers” (Nicholas Hamilton), el sociópata abusador, recordándonos que, entre monstruos y demonios, la peor maldad siempre será la humana.

Durante la primera hora y media, Muschietti logra mantener una madura combinación entre brincos de miedo y los terrores de la vida diaria. Lamentablemente, el tercer acto convierte a IT en otra más del montón, especialmente cuando utiliza recursos de efectos generados por computadora en lugar de confiar más en el efectivo trabajo de Bill Skarsgård.

Lo (merecidamente) más recordado de la película televisiva es la impactante interpretación de Tim Curry como el demoniaco ente tomando la figura de un payaso llamado “Pennywise”. Curry es completamente inimitable por lo que Skarsgård acierta al construir su propio “Pennywise” como una criatura con dificultades para mantener la ilusión, debido a su insaciable apetito.

Fuera de mi decepción con los últimos 30 minutos, IT está bien dirigida, actuada y filmada, con la fotografía de Chung-hoon Chung mostrando a Derry igualmente mundana y sobrenatural. Aunque no supera entregas recientes del género como Insidious o The Conjuring, IT cumple su propósito de tener su audiencia tensa de principio a fin, con uno que otro brinco. ¡Aterrorizantemente recomendada!

Crítica de IT: El terror de ser niño
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