No hay manera de odiar la película The Room, aún cuando es considerada por muchos la peor película en la historia del cine. Su evolución a clásico de culto, el carisma de su director, escritor y productor, Tommy Wiseau, y la manera en que su legión de admiradores continúa creciendo con los años solo permite espacio para la admiración. Ahora, James Franco (127 Hours), añade a la lista de razones con The Disaster Artist, un extremadamente cómico y conmovedor filme que relata la amistad entre Wiseau y Greg Sestero, co-protagonista de The Room, y la problemática producción que resultó en una de las película más estudiadas y celebradas de la pasada década.

La película, basada en libro del mismo nombre de Sestero, arranca en el preciso momento en que nace la inmortal amistad entre el actor aspirante (Dave Franco) y Wiseau (James Franco), un completo personaje que guarda secretos con la misma determinación que lo impulsa a ser honesto sobre cualquier tema que no se relacione a su vida personal. Con la esperanza de convertirse en actores de Hollywood, Wiseau y Sestero si relocalizan en la ciudad de Los Ángeles, donde rápidamente experimentan el rechazo de la ciudad más despiadada del mundo. Para cumplir a la promesa que se hicieran el uno al otro antes de partir de San Francisco, el dúo decide hacer su propia película. El resto es historia.

Fácilmente, el acercamiento de Franco hacia el material pudo haber resultado en una completa parodia, sin lugar alguno para el exaltamiento de un artista perseverante y de gran corazón. Aquí es donde la evidente admiración de Franco y los guionistas Michael H. Webber y Scott Neustadter queda al descubierto, pues el resultado es una celebración del equipo detrás de una producción que estaba destinada a tener un desenlace completamente diferente y devastador para todas las personas envueltas.

Como el extravagante Wiseau, Franco desaparece en la larga cabellera negra, palidez, ojos caídos y el misterioso acento que hasta el día de hoy, el cineasta insiste es proveniente de la ciudad de Nueva Orleans. El actor, quien recibió una nominación al Oscar en el 2011 por su interpretación de Aaron Ralston en la película 127 Hours, debe formar parte de la conversación nuevamente este año por el mejor trabajo que ha hecho en su carrera. El actor de 39 años añade capas a quien hasta ahora había sido una misteriosa figura y logra representar sus fallas al igual que sus virtudes, evitando siempre cruzar la línea que lo colocaría en la burla. Trabajar con su hermano, Dave, facilita la química entre ambos y posibilita uno de los aciertos más grandes de la película: la genuina amistad entre Wiseau y Sestero, a la vez proveyendo dulzura y alma  

Una vez comienza el proceso de filmación de The Room, The Disaster Artist se convierte en una celebración de los aspectos más populares de la mejor peor película en la historia, desde los diálogos incomprensibles hasta las innumerables secuencias en que dos o más personajes dialogan mientras juegan con balón de football. La innecesaria construcción de diferentes sets de filmación, en los que recrean lugares donde fácilmente pudieron haber filmado, es solo una de decenas de banderas rojas sobre Wiseau. Sin embargo, el cineasta parece tener una explicación para cada una de sus decisiones, proyectándose como un director con una visión, sea autobiográfica o no.

La película se coloca, junto a Ed Wood de Tim Burton, como una de solo dos obras maestras sobre películas universalmente adoradas, pero reconocidas como intentos fallidos de hacer cine. Aunque no es necesario haber visto The Room para disfrutarla, fanáticos descubrirán que The Disaster Artist  no solo se preocupa por completar el proceso de reivindicación de Wiseau, sino que también se esfuerza en recompensar la devoción de los fanáticos que, a pesar de las críticas, fueron capaces de revertir con admiración y disfrute en los detalles más pequeños, la suerte de un filme destinado al olvido.

 

TIFF 2017: Crítica de The Disaster Artist con James Franco
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