Con excepción de The Wrestler, la cual continúa siendo su película más accesible y fácil de digerir, el cine de Darren Aronofsky pocas veces es sencillo o convencional. Su más reciente propuesta, un “thriller” titulado mother! –en minúsculas y con símbolo de exclamación– podría bien ser la más controversial y polarizadora de todas. Con la promesa de que “this movie will fuck you up”, el director de películas como Black Swan y Noah introdujo su más reciente en el Festival Internacional de Cine de Toronto, y dos horas más tarde, su advertencia se había hecho una realidad. La película, protagonizada por Jennifer Lawrence y Javier Bardem, es la alegoría de todas las alegorías; un filme que no tiene miedo a explorar los temas más delicados con la crudeza y honestidad de un inocente niño de cinco años.

Lawrence y Bardem, ganadores del Oscar, interpretan a un matrimonio cuyos nombres nunca son revelados. Él es un popular poeta en decadencia en una constante búsqueda de inspiración; Ella, una artista que se desvive por su marido, por quién ha reconstruido –por sí sola- el hogar en donde creció. El mismo hogar que cuando era pequeño fue consumido por un fuego, destruyendo todo menos un cristal que ahora reposa en un estante dentro de su oficina como su posesión más preciada. Durante los primeros minutos de la película, la cámara sigue al matrimonio y su tranquila vida alejada de la civilización.

Con poco que explorar alrededor y enfoques en los rostros de los protagonistas la mayor parte del tiempo, Aronofsky establece desde temprano una intimidad que luce inquebrantable. Esto, hasta que llega a su casa un misterioso hombre en busca de un lugar donde dormir, amenazando con quebrantar su pacífico estilo de vida. El hombre, interpretado por Ed Harris, se identifica como un doctor y fanático de la poesía, mientras que su esposa (Michelle Pfeiffer) -la cual llega al día siguiente en busca de su otra mitad- se establece inmediatamente como el “wild card” de un forzado grupo que ahora habita el espacio que antes era para dos.

Su inesperada llegada y forzada estadía desata una serie de acontecimientos en escalamiento que, mientras se acerca el tercer acto de la película, se adentran en territorio cada vez menos convencional, culminando con una media hora que promete no solo dividir audiencias, sino espantar grupos enteros con cero tolerancia para procesar la información que el director y guionista obliga a consumir mediante visuales que más allá de impactar, invitan a la reflexión sobre un tema delicado que cada día adquiere más relevancia.

El estilo de narrativa alegórica del director -cuyos otros trabajos incluyen el descenso a la locura de Natalie Portman en Black Swan y la batalla contra la adicción de Jared Leto y Jennifer Connelly en Requiem for a Dream– fluye con mayor claridad en mother!, filme que irónicamente registra como uno de los más sencillos de su celebrada filmografía, a la vez que explora algunas de sus ideas más grandes. El toque superficial de estas ideas poco interfiere en la experiencia de mother!, cuyo tercer acto consiste de “set pieces” intencionados a joder con tu mente y ser interpretados para un completo disfrute.

La experiencia de mother! no termina una vez empiezan a rodar los créditos, pues la película funciona de principio a fin como un relato metafórico sobre el amor, la devoción y los límites de aquello que solo puede aguantar hasta cierto punto cuando se le ejerce presión. Entre lo que se puede apreciar y juzgar de inmediato, resalta Jennifer Lawrence con una sublime actuación que podría conseguirle su segundo Oscar de Mejor Actriz, siempre y cuando el acercamiento atrevido del director en el clímax de la película no le haga daño a sus posibilidades al dividir opiniones entre la Academia, un grupo compuesto en su mayoría de anticuados para quienes mother! podría resultar en un dolor de cabeza.

 

TIFF 2017: Crítica de mother! con Jennifer Lawrence
4.0Overall Score
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