En War, la magia es 50% producto de efectos visuales y 50% producto de una magistral interpretación por parte de Andy Serkis, quien por primera vez en años, le hará cuestionar a los miembros de la Academia su decisión de no premiar actuaciones en que la cara del actor no esté en pantalla. Aquí el guión provee -aunque por más tiempo de lo que aguantaría la audiencia impaciente- material para exponer el increíble alcance de Serkis. Los diálogos entre Caesar y el Coronel son más expositivos que esclarecedores, pero la veteranía de los dos maestros en pantalla se encarga de elevar el material.  Lo que se produce en pantalla es el más tenso y emotivo capítulo de los tres, anclado de una actuación principal merecedora de todos los premios de actuación y efectos visuales existentes.

Todo héroe necesita un arco, en especial en un filme que se esfuerza en cerrar el círculo de manera poética, mediante paralelos con las primeras dos películas. Caesar, perseguido por recuerdos de su enfrentamiento con el rebelde Koba, forcejea durante la película con un fuerte sentimiento de rebeldía. Cuando eventualmente Caesar cede al odio del cual no puede escapar, sus acciones lo colocan en medio de la prueba física y emocional más importante de esta lucha.

Los momentos de tensión son quebrados con humor esporádico, pero nunca fuera de lugar. El humor de la película recae en Bad Ape (Steve Zahn), un simio de zoológico que representa la existencia de otros como Caesar y su comunidad en otras partes del mundo. Zahn, conocido por sus trabajos dentro del género de la comedia, trabaja a niveles nunca antes manifestados por el veterano actor. Si de algo carece el nuevo personaje es de un golpe emocional que lo ayude a trascender el rol de alivio cómico. Momentáneamente, el guión coquetea con su pasado y las características que lo unen emocionalmente a la causa de Caesar, pero son abandonadas rápidamente.

Aunque se tarda el llegar, el tercer acto entrega la acción y enfrentamiento que la franquicia ha prometido a lo largo de tres películas. Sorprendentemente, es un enfrentamiento en el que los simios, para fortalecer el mensaje pacífico o anti-enfrentamiento que ha trabajado desde su génesis, son espectadores atrapados en medio de la línea de fuego. Al final, es la propia ignorancia y descuido de la raza humana lo que aporta a su extinción y transporta a los comienzos de todo, cuando su incompetencia provocó una reacción en cadena que eliminó a millones de personas y abrió paso a un planeta de simios.

Ape-ocalypse Now: Crítica de War for the Planet of the Apes
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