Como una buena botella de vino que sólo se pone mejor con el tiempo, la franquicia de The Fast and the Furious se ha convertido en una de las pocas, por no decir la única, que una década y media más tarde se encuentra en su mejor momento.

Lo que comenzó con un pequeño filme sobre carreras clandestinas y policías encubiertos, poco a poco se ha convertido en una de las franquicias más exitosas de todos los tiempos. La velocidad pasó a un segundo plano, la familia continúa creciendo y la acción fue inyectada con una enorme dosis de esteroides, pero sin los efectos secundarios. Siguiendo el crecimiento exponencial que ha caracterizado las últimas tres entregas, tanto en la acción como en sus recaudos, Furious 7 se posiciona confiadamente como la más satisfactoria de todas.

La séptima entrega se desarrolla poco después de los eventos de la sexta película, pero también funciona como secuela de The Fast and the Furious: Tokyo Drift, película que los escritores han atado ingeniosamente a la historia principal. El responsable de la muerte de Han en Tokyo Drift es Deckard Shaw (Jason Statham), el hermano de Owen Shaw (Luke Evans), villano de la sexta película. Shaw llega a California con un sólo propósito: vengar el mal estado en que el grupo de Toretto dejó a su hermano.

La premisa de Furious 7 es sencilla. Un hombre quiere venganza; el otro hará lo necesario para proteger a su familia. En este punto no es necesario establecer una conexión entre los protagonistas y el público. Se trata de los mismos personajes con los que hemos compartido durante 14 años y esa conexión ya existe. Estamos aquí para verlos vencer obstáculos y arribar a su destino. Tanto el director como el guionista lo reconocen y enfocan todos sus esfuerzos en el  camino que los llevará a ese lugar. Es aquí donde resalta Furious 7, un filme sin restricciones a la hora de presentar acción. En Furious 7 todo se vale, y no podría imaginar otra manera de trabajar una película cuyas ambiciones no van más allá de entretener al público.

Furious 7 es estrambótica en todo el sentido de la palabra. Desde automóviles que vuelan de un edificio a otro, hasta personajes que sobreviven caídas aparatosas con uno que otro rasguño, la séptima entrega finalmente acoge los aspectos menos creíbles de pasadas entregas, añade un muy necesario entendimiento de sí mismo y simplemente se divierte, asegurando que nosotros también.

Uno de los temas más recurrentes y de mayor fuerza en esta franquicia siempre ha sido la importancia de la familia. En este aspecto, Furious 7 no es diferente. La química entre Vin Diesel y Paul Walker sigue intacta y más emotiva que nunca, así como la cómica relación entre los personajes de Ludacris y Tyrese, quienes proveen los momentos cómicos en una película que, aunque tiene como propósito principal entretener a su audiencia, nunca pierde su seriedad. De lo funcional a lo disfuncional, no es difícil ver a este peculiar grupo como una familia, aún cuando se trata de uno de los elencos más variados del cine. La diversidad de etnicidad en esta película es uno de sus puntos más fuertes y sobresalientes, y una de las principales razones detrás de su innegable éxito.

Furious 7 no es una película que llamaríamos “inteligente”, pero tampoco pretende serlo. Su inteligencia reside detrás de las cámaras, en cada una de las maniobras que te roban el aliento y la manera en que el director las trabaja con poca ayuda de efectos computarizados. Cuando uno de los personajes sale de la ventana de un auto en movimiento para entrar por la de uno paralelo pero en dirección contraria, se trata de una maniobra cuidadosamente elaborada para lucir real con la menor ayuda posible de CGI.

Cada una de las personas detrás de este proyecto han trabajado consciente de lo que su audiencia busca en una película, y no es una trama complicada. Tampoco es diálogo natural ni actuaciones merecedoras de un premio Óscar. Los fanáticos de esta serie quieren ver a sus personajes saltar de un auto a otro en medio de una persecución y enunciar líneas cursi mientras lo hacen. Eso es Furious 7; un brote de pasión que emana de tanto actores como un director que se estrena en el género, reflejado en el producto final.

¿Por qué funciona en esta película mientras lo criticamos en otras? Sencillo, Furious 7 viene con un encanto y personajes memorables que han construído a través del tiempo. Además, es inevitable involucrarse sentimentalmente en la última aventura de Brian O’Conner, a quien la franquicia despide con un homenaje imposible de resistir.  Al final de Furious 7 habrás reído, gritado de la emoción y tal vez hasta llorado. Si eso no es una experiencia cinematográfica satisfactoria, no sé qué lo sea.