Pocas veces es buena señal cuando una película es retrasada, pero cuando sucede no una, dos, o tres veces, sino cuatro, es una clara señal de que algo anda mal. Usualmente, la razón detrás de un cambio en la fecha de estreno se puede resumir en la búsqueda de un espacio menos competitivo para un mejor desempeño en la taquilla. Películas como “John Wick”, “Fifty Shades of Grey” y “Deadpool” han aprovechado lo que antes se conocía como tiempo muerto para convertirse en éxitos taquilleros. Por un momento, parecía que esto era lo que buscaba el estudio al mover la película RINGS de su fecha en octubre 2016 para febrero de este año. Desafortunadamente, se trataba de un intento de darle cristiana sepultura a un filme sin rumbo o personalidad.

La nueva adaptación de la novela “Ring” del japonés, Koji Suzuki, funciona mejor como una exploración de los elementos que provocaron pánico entre ejecutivos y causó cuatro retrasos. Vista como una película, o un intento a desarrollar una narrativa coherente, es uno de los retos más grandes en un año que recién comienza.

En el 2002, el director estadounidense, Gore Verbinski, nos obsequió su versión americana de “Ringu”, la adaptación japonesa del libro de Suzuki. La película, capitaneada por una convincente actuación de Naomi Watts (una rareza en el filme de terror) y una dirección enfocada en visuales y atmósfera inquietante, es celebrada por su logros 15 años más tarde. Doce años después del estreno de su inferior secuela, “The Ring Two”, llega a los cines lo que naturalmente debería ser la tercera parte; una continuación de la historia. En lugar, “Rings” es una película que insiste en llevarnos por el mismo camino que la primera película, con una que otra actualización para la audiencia moderna y tecnológica.

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La película sigue a Julia, una mujer preocupada por la repentina desaparición de su novio durante sus primeros días de universidad. Antes de contactar a su familia o las autoridades, Julia decide iniciar su propia investigación; una que, sin la presencia de un video que te mata siete días después de haberlo visto, la hubiese hecho ver como una novia celosa a punto de encontrar lo que anda buscando, pero esa es otra película. En su búsqueda, Julia descubre una subcultura dedicada a propagar el video a un ritmo acelerado, salvando la vida del más reciente testigo de aquellos perturbadores visuales que, para este filme, han recibido una necesaria modificación. El problema, y lo que impulsa la trama de la película, es que Julia ha visto el video para salvar a su novio. Lo que se puede resolver con lo que al menos otras dos película americanas y un libro nos han enseñado, es estirado hasta extremos imposibles por el bien de tener una trama.

Al igual que la primera, “Rings” intenta enfocarse en el misterio detrás del video y la vida de la joven Samara, pero pocas veces hace el intento de trazar su propio camino. Para ajustarse a las exigencias de una audiencia moderna, la película emplea la utilización de los populares “jump scares”, elemento que funciona como una cuenta regresiva a la próxima liberación del estrés causado por una atmósfera escalofriante. En un filme plagado de sonidos estruendosos para hacerte brincar del susto, desarrollar una atmósfera inquietante se convierte en un reto casi imposible.

Con “The Ring”, Verbinski preparó a su audiencia para una de las secuencias más memorables del cine, en que la antagonista, Samara, atravesaba la pantalla de un televisor al cabo de los siete días. El ingenioso elemento sobrenatural fue la recompensa para una audiencia paciente. En lo que sólo se puede explicar como una mal interpretación de la icónica secuencia y una equívoca lectura de una más avanzada audiencia, el director F. Javier Gutiérrez apuesta desde temprano a trucos similares que, al igual que esta franquicia, han expirado con el tiempo.

Crítica: RINGS es terror moderno que se siente viejo
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