The Smashing Machine definitivamente es la mejor película de Dwayne Johnson. Por fin logra salirse del molde que lo había acompañado durante casi toda su carrera: siempre lo veías y era “The Rock siendo The Rock”. Aquí, en cambio, presenciamos una transformación completa —en lo físico, en la voz y en la interpretación— que lo coloca en otro nivel como actor.
Al revisar la filmografía de Johnson, sorprende la variedad de géneros que ha explorado. Crecí amando películas suyas como Tooth Fairy o The Game Plan, y ahora mi sobrina disfruta de Moana. Ha interpretado múltiples papeles en cine familiar y de acción, pero ninguno con la fuerza y profundidad de The Smashing Machine. Su parecido con Mark Kerr es impresionante, y su compromiso con la transformación resulta fascinante.
La película, escrita y dirigida por Benny Safdie, se centra en los años más intensos de la vida de Mark Kerr, entre 1997 y 2000. Vemos tanto sus victorias en la UFC como sus luchas con la adicción a los analgésicos y su complicada relación de pareja. Kerr fue una de las figuras más dominantes y trágicas en los inicios de la UFC: un pionero que encarna la gloria del deporte, pero también sus excesos y sacrificios.
Más allá del drama deportivo y personal, lo extraordinario de esta película es su capacidad de invitar a la reflexión. Como espectadora, me descubrí esperando constantemente que ocurriera algo aún peor de lo que ya estaba sucediendo. Sin embargo, la cinta plantea algo distinto: que es posible aceptar nuestros errores y, aun desde la caída, seguir adelante poco a poco. Esa mirada humana y honesta me conmovió profundamente.
A la par de Johnson, Emily Blunt brilla con una interpretación magnética en el papel de Dawn Staples, la pareja tóxica de Kerr. Blunt logra una transformación absoluta: en cada escena se convierte en un camaleón que se adapta a lo que la historia demanda. Su actuación es una montaña rusa de emociones, hay momentos en que no sabes si quererla, tenerle pena, odiarla, lo que la convierte en una presencia tan impredecible como fascinante.
The Smashing Machine pertenece a ese tipo de proyectos que suelen resonar en la temporada de premios, especialmente en los Oscar. La transformación de Dwayne Johnson es tan radical que inevitablemente surge la pregunta: ¿será esta la primera y única vez que lo veamos en carrera por la estatuilla, o estamos presenciando el verdadero comienzo de una nueva etapa en su trayectoria como actor dramático? Lo cierto es que, con esta interpretación, Johnson demuestra que puede ir mucho más allá del carisma físico y la acción para adentrarse en terrenos de vulnerabilidad y autenticidad que hasta ahora no habíamos visto en él.
En conclusión, The Smashing Machine no solo redefine la carrera de Dwayne Johnson, sino que también nos recuerda la fragilidad detrás de los ídolos deportivos. La cinta ya se encuentra disponible en cines.

