Mucho se habla de cómo el fracaso de Batman fue la perversión de Harvey Dent pero, donde verdaderamente se presenta el concepto de “no hay absolutos” es en el jefe mafioso “Maroni”. Definitivamente el mejor trabajo en la carrera de Eric Roberts, Maroni hubiera podido ser un villano principal tan adecuado para esta secuela como lo fue el Falcone de Batman Begins. Pero, nuevamente, los Nolan viraron la tortilla.

O mueres como héroe o vives lo suficiente para convertirte en villano”. Una de las frases más repetidas del filme, sirve como un obvio adelanto a la caída de Dent. Pero al igual que en The Prestige (probblemente el mejor filme en la carrera de Nolan), no es acerca de lo que presenta sino de lo que nos distrae.

Maroni es el resultado reverso de la frase. Presentado al principio como uno de los antagonistas, Nolan trata todo lo posible de que no le pongamos atención excepto en los momentos que él quiere para que no nos demos cuenta de su “acto de ilusión”: Maroni muere como villano porque no pudo vivir lo suficiente para convertirse en héroe. Su último acto antes de ser atacado por Dent es revelarle a Gordon todo lo que sabía sobre el Guasón. Y hasta que alguien me pruebe lo contrario, viviré convencido que, cuando se montó en su auto, iba con las intenciones de usar sus hombres para ayudar al comisionado a detener el payaso príncipe del crimen.

En su último acto de ilusión, Nolan nos hace pensar que Batman logra su mayor triunfo, no por medio de alguna fantástica movida sorpresa, sino por su fe en la buena voluntad de la humanidad. El Guasón está equivocado, la gente no es naturalmente mala. Chúpate esa, Thomas Hobbes.

Pero, como todos sabemos, en su jugada final, Nolan resuelve a su manera la paradoja del Caballero Negro. Para luchar contra el crimen, Batman tiene que ser un criminal. Para funcionar, la sociedad necesita una figura muerta y endiosada, removida de todo defecto, como Harvey Dent. O Abraham Lincoln. Que proposición atrevida.

1 2 3 4 5