Solo un pequeño porcentaje de las películas de terror que estrenan anualmente logran trascender las mañas y prácticas baratas de asustar a la audiencia. Al emplear el famoso “jump scare”, uno de los métodos más fáciles e instantáneamente efectivos, se sacrifican los elementos más básicos del género, pero que sin ellos, el filme podría descartarse como uno más en la creciente pila de historias desechables. Afortunadamente, aún existen directores, en la mayoría de los casos autores, que férreamente defienden el arte del cine verdaderamente tenebroso. Entre ellos, Gore Verbinski, quien con su segundo aporte al género en dos décadas de carrera, “A Cure for Wellness”, le da un respiro de aire fresco al género que filmes como “Rings” y “The Bye Bye Man” han dejado moribundo en los primeros meses del año.
La película, protagonizada por el estadounidense Dane DeHaan (The Amazing Spider-Man 2), sigue a Lockhart, un joven y ambicioso ejecutivo de una compañía que es enviado a recuperar al dueño de la compañía en un misterioso centro de bienestar en los Alpes Suizos. Rápidamente, Lockhart comienza a sospechar de que los milagrosos tratamientos no son lo que parecen. Revelar más detalles de la trama constituiría en el pecado de privar al lector de uno de los elementos mejor trabajados de la película: el misterio. Aunque los giros y revelaciones escasean en originalidad, el proceso de llegar a ellos hace del viaje uno digno de tomar.Jason Isaacs de la saga de “Harry Potter” y Mia Goth del segundo volumen del drama erótico “Nymphomaniac” completan un pequeño pero efectivo elenco como Heinrich Volmer, el indescifrable director de las facilidades, y Hannah, una misteriosa joven con personalidad de niña que se pasea por los predios guardando un gran secreto. El misterio de Hannah atrae a un curioso Lockhart, quien por razones ajenas a él debe permanecer en el centro por más tiempo de lo que tenía pensado. Volmer, por su parte, despide señales de un plan diabólico que en cualquier momento será revelado.
Con las palabras “nadie se va de aquí”, Lockhart es recibido en lo que parecía ser una fácil misión de extracción, sin embargo, hasta el más casual fanático del terror sabe que así no funcionan las cosas. Paso seguido, su estadía se convierte en una investigación de la obsesión de los huéspedes con su bienestar y una milagrosa cura, mientras que sus cuerpos deteriorados evidencian algo completamente diferente a las óptimas condiciones físicas que van persiguiendo en el momento en que llegan al centro. El “body horror” siempre es efectivo, siempre y cuando no se sienta gratuito o forzado. En “A Cure for Wellness”, filme centrado en el bienestar físico del ser humano, este tipo de horror no es solo de esperarse, sino necesario. Mediante una de las herramientas más efectivas del cine de terror, la tortura, el protagonista es expuesto a los secretos más aterradores del lugar, un castillo que evoca al clásico cine de terror en que las localidades parecen cobrar vida. Gran parte de terror yace en los secretos que guardan sus muros.
Pocos filmes de terror funcionan en su totalidad, y “The Cure for Wellness” no es la excepción, aunque no es por falta de esfuerzo. Con dos horas y media de duración y pocos secretos por descubrir, la película a menudo se ve a sí misma dando vueltas en un solo lugar, esperando el momento oportuno para mover la historia a un ritmo pausado. Todo cambia en el tercer acto, en el que el guionista Justin Haythe y el propio Verbinski revelan que han estado reservado sus mejores ideas para el tercer acto, fabricado para sacarte del trance al que llegaste durante las primeras dos horas de la película.
Una década y media después de la universalmente celebrada, “The Ring”, Verbinski hace un triunfante regreso al género del terror con un filme que deja atrás la popular y moderna práctica de los sustos baratos, enfocándose en el misterio y preocupándose por desarrollar una atmósfera genuinamente perturbadora.