La única vez en mi vida que he tenido un problema serio, estaba en escuela superior. Una tarde, mientras jugaba en un arcade, un chamaco de mi edad empezó a “bullearme” hasta que perdí el control, golpeándolo tanto que quedó inconsciente por unos minutos. Llamaron la policía y el oficial me sacó aparte. Lo primero que me mencionó fue que yo “me veía un nene bueno” y que recordara esa cruz de madera con la que andaba por aquellos días cuando era creyente. Me leyeron los derechos miranda pero, no me metieron cargos y ahí quedó todo.

Les cuento eso porque, aunque apoyo el movimiento “Black Lives Matter”, no había entendido claramente la vida privilegiada que he llevado, hasta que vi Detroit. No puedo imaginar lo que debe sentirse tenerle miedo a un sistema porque mi experiencia no es la de un hombre negro en Estados Unidos. Las pocas veces adicionales que he lidiado con la policía (multas de tránsito) he salido satisfecho porque fui “amable y respetuoso”. No digo que eso este mal, solo quiero que sepan por dónde vengo.

Mientras estaba viendo Detroit y, durante un par de días después, estuve preguntándome “¿Por qué nadie explicó lo que realmente había sucedido? Es lo que yo hubiera hecho”. Entonces entendí la respuesta: no tenían que haberlo hecho. Ellos eran las víctimas, yo estaba culpando las victimas de lo que les pasó. Así de astuto son el guion de Mark Boal, y la dirección de Kathryn Bigelow; me hicieron caer en la trampa de juzgar las experiencias de otros basado solamente en mis ideas de cómo deberían ocurrir las cosas.

Bigelow y Boal se reúnen para traernos DETROIT, una de las películas más importantes que verán en el 2017, a la cual no le interesa hacerte sentir bien cuando salgas. Esto no es The Help, ni Hidden Figures, donde la lucha racial se reduce a unos cuantos gestos benignos de los privilegiados. Peor aún, no pretende ofrecer respuestas, sencillamente mostrar el problema. A esta crónica no le importa cómo te haga sentir, solo quiere que sepas lo que pasó.

Detroit comienza con una hermosa secuencia animada explicando cómo las tensiones raciales se fueron formando durante años de segregación y uso del sistema para mantener una raza entera por debajo de la otra. Aquellos que aceptaban las cosas porque “siempre han sido así” versus los que dejaron explotar siglos de rabia y represión.

Utilizando testimonios y transcripciones de la corte, Bigelow reconstruye los eventos alrededor de los disturbios que comenzaron el 23 de julio del 1967 en la calle 12, durando cinco días, costando 43 vidas, y sobre 400 heridos. Sin embargo, el foco principal del filme es lo que sucedió en el Motel Algiers, donde la policía y la Guardia Nacional entraron para investigar reportes de disparos, a fuerza de violencia, abuso de poder, e intimidación.

El filme transcurre a través de la perspectiva de varios personajes, incluyendo un guardia de seguridad (John Boyega), el vocalista de un grupo musical (Algee Smith), y un soldado (Anthony Mackie) recientemente salido del ejército. Detroit es la película más íntima de Bigelow, no en sentido de su experiencia personal sino en la forma que está grabada. La cámara de Bigelow nos coloca en el medio de los sucesos, convirtiéndonos en testigos silentes de lo que sucede.

Lo único negativo que podría decir es como Bigelow extiende el filme a unas dos horas y medias pero, eso también es intencional. Si es horrible verlo pasar en escena, imagínense lo que se siente pasar por una odisea como esa. Yo no puedo; he tenido una vida privilegiada en ese aspecto.

La mayoría del tiempo vemos la acción en la línea de vista, como si estuviéramos parados al lado de los policías golpeando cruelmente los “sospechosos” sin poder hacer ni decir nada. Esto es a propósito para sentir una minúscula parte de la impotencia que debe sentir un ciudadano en las manos de autoridad corrupta.

Detroit es muchas cosas pero, sobre todo un recordatorio de lo vulnerables que somos ante el inmenso poder que el estado tiene sobre todos nosotros. Vivimos nuestras vidas sintiéndonos seguros, muchos porque pensamos que somos buenos ciudadanos, que no buscamos problemas, sin darnos cuenta de lo que eso implica. Pueden hacer lo que quieran con nosotros porque no nos quejaremos.

Una de las mejores películas del 2017 hasta el momento, Detroit me puso en tensión casi desde el principio y me hizo salir de la sala con una mezcla de asco, rabia e impotencia, que solo empeora cuando recuerdo que esas injusticias siguen ocurriendo, y que verlo en pantalla es solamente una microscópica parte de la experiencia en vida real. Inmensamente recomendada.

Crítica de DETROIT: Un golpe de rabia al estomago
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