Lady Gaga brilla como una versión diluida de sí misma en el emocionante y prometedor debut del actor Bradley Cooper como director.

En el cine, la cuarta es la vencida. Por lo menos ese es el caso de A Star is Born (2018), la cuarta versión de una historia tan vieja como el tiempo mismo, o por lo menos tan vieja como del 1937 cuando Janet Gaynor y Fredric March protagonizaron la primera versión en Technicolor. Fue hace exactamente 81 años que esta historia llegó al cine por primera vez, pero es ahora en el 2018 que esta historia de amor y exploración de la fama, la industria de la música y las consecuencias catastróficas del alcoholismo logra trascender más allás de su historia, con dos actuaciones que colocan a sus intérpretes en la cima de la actuación y un debut como director que cimenta a Bradley Cooper como un talento a seguir también detrás de la cámara. Hace mucho tiempo no había un debut tan prometedor como este.

Lady Gaga trasciende con éxito a la pantalla grande en el rol de Ally, una talentosa pero desconocida cantante estadounidense a quien la oportunidad toca a su puerta en el momento menos esperado. La oportunidad llega en forma de Jackson Maine, un popular cantante de rock y música country que por pura casualidad llega a la barra donde Ally canta una que otra noche. La ventana para alcanzar su sueño parece haberse cerrado cuando se aparece Maine en busca de un trago, pero en lugar descubre talento crudo y una potencial salida del alcoholismo que está manchando su carrera y legado. De la noche a la mañana, después de haber compartido en tarima durante uno de los conciertos de su banda, Ally comienza a subir como la espuma. Jackson, por su parte, se refugia en el alcohol cuando ella se convierte en el centro de atención.

Bradley Cooper y Lady Gaga en “A Star is Born”

Por sí sola, la historia de A Star is Born habría hecho muy poco. Su naturaleza predecible se presta para una ejecución poco emocionante, pero ese no es el plan de Bradley Cooper, quien moderniza, renueva con su estilo y pone en centro de todo a la más improbable pero energética y nada menos que genial actriz que pudo haber conseguido: Lady Gaga. Tras haber actuado en la serie American Horror Story, Stefani Germanotta finalmente cumple su sueño de convertirse en actriz con esta película, y de paso, ofrece una de las mejores actuaciones del año en cualquier categoría. Su nominación al Oscar luce como una línea, en gran parte gracias a los paralelos con su propia historia, una que contó en detalle el año pasado con el documental de Netflix, Five Foot Two. Las similitudes están ahí, brindándole a Germanotta la oportunidad de perderse en el rol y transmitir sentimientos que si se sienten reales, es porque probablemente lo son.

Al igual que Ally, Gaga creció con inseguridades que obstaculizaron su camino hacia la fama y la obtención de todo lo que ha logrado por mérito propio. Aunque Ally se beneficia de la ayuda de Jackson, es su talento natural lo que finalmente la coloca en “billboards” y en medio de una enorme gira nacional. Aquí Cooper aprovecha para explorar el despiadado monstruo que es la industria de la música, la gloria y los demonios que llegan con ella, y cada nota provoca una perfecta melodía que los actores, con la adición de Sam Elliott, Andrew Dice Clay y Dave Chappelle logran elevar aún más bajo la impecable dirección de Cooper, quien prefiere que la audiencia experimente la música desde la alborotosa y reveladora tarima.

Desde esta perspectiva, la audiencia queda sumergida en el lado más íntimo del proceso creativo y sus secuelas en los que como Jackson, sucumben a las presiones y exigencias de la fama. De la misma manera, el director coloca a la audiencia en medio de una relación rocosa y oxidada por los efectos de la adicción. Con las tribulaciones de Jackson, exploradas en detalle, la audiencia recibe un boleto en primera fila para ser testigo de la decadencia e inminente desaparición de quien en su momento fue una figura influyente en la música. Entre balbuceos, papelones y uno que otro momento de claridad, las destrezas de Cooper lucen más pulidas que nunca, por lo que fácilmente conseguirá una cuarta nominación al Oscar en categorías de actuación, sin tan siquiera empezar a considerarlo en la categoría de director, donde muchos podría argumentar -con evidencia- que luce más fuerte.

Esa misma fortaleza Cooper y Gaga aplican a la relación amorosa entre Jackson y Ally, pues es la excelente química entre ambos lo que logra que en sus penas transmitan emociones genuinas, cautivando y desgarrando por igual cuando la historia lo exige.

Pocas veces el título de una película refleja las circunstancias del talento envuelto, pero con A Star is Born, la audiencia es testigo del nacimiento de una futura estrella de cine en Gaga, y nada menos que un director a observar en Cooper.

TIFF 2018: Crítica de A Star is Born con Lady Gaga
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