Por dos décadas, Quentin Tarantino ha obsequiado joyas cinematográficas a la gran bilbioteca de cine del mundo. Con un total de ocho largometrajes, el director estadounidense ha demostrado ser un gran conocedor del arte, aún cuando nunca pisó escuela de cine alguna. Sus más recientes cintas, desde Kill Bill Vol. 1 y 2, son prueba del vasto conocimiento del también guionista. Muchos catalogan sus filmes como pretenciosos al rendir homenaje a un sinnúmero de géneros y subgéneros, pero no cabe duda de que Tarantino es uno de los más grandes directores y guionistas de las pasadas dos décadas.
Su octavo largometraje, Django Unchained, es otro gran homenaje a uno de sus sub-géneros de cine favoritos, los famosos “spaghetti westerns”, sub-género que su director favorito Sergio Leone (The Good, the Bad and the Ugly) habría hecho famoso en los años sesenta. El filme arranca con el esclavo Django (Jamie Foxx) siendo liberado por el cazarrecompenzas King Schultz, interpretado masgistralmente por el actor Alemán y ganador del oscar Christoph Waltz, quien se ha convertido en poco tiempo en un favorito del director. Schultz necesita la ayuda de Django para localizar a tres hermanos delincuentes y reclamar su recompensa. Habiendo terminado la misión, Schultz decide ayudar a Django – de quien ahora es admirador – a buscar y liberar a su esposa Broomhilda (Kerry Washington), quien le fue arrebatada de su lado por el tráfico de esclavos y pertenece a Calvin Candie (Leonardo DiCaprio), propietario de una plantación llamada “Candyland”.
Django Unchained es tan “over the top” y violenta como cualquier otra cinta del director. La realidad es que de no serlo, no sería una película de Tarantino. La violencia y el suspenso durante el diálogo que caracterizaron su filme anterior, Inglourious Basterds, están presente en Django Unchained, al igual que los momentos jocosos, en su mayor parte a causa de escenas excesivamente violentas.
Tarantino nos tiene acostumbrados a elencos de primera, y en este aspecto Django no es diferente. Tanto los protagonistas como los personajes secundarios son interpretados excepcionalmente. Waltz se siente tan natural como Schultz que podríamos insinuar que el personaje fue escrito con el actor en mente. Foxx, por su parte, evoluciona a lo largo del filme como Django, quien es presentado como un esclavo dócil y poco a poco lo vemos convertirse en un héroe. La segunda parte del filme es liderada por Leonardo DiCaprio en su primer rol de villano y Stephen (Samuel L. Jackson), su esclavo de confianza, quines se encargan de apropiarse del filme con un sinnúmero de líneas memorables. Stephen podría ser considerado por muchos como el verdadero villano de la película, como el esclavo agradecido que defiende a su amo ante todos a cambio de un trato superior al de los demás esclavos.
La historia, podrían argumentar algunos, atenta con rebasar una fina línea que la separa de ser un filme que explota un tema para muchos delicado. Afortunadamenmte y para complacer a todos, Tarantino recicla la fórmula que utilizó al final de Basterds, dónde el héroe consigue vengar de manera espectacular las acciones despiadas de los villanos a través del filme. Con esta película, en lugar de intentar re-escribir la historia, Tarantino intenta, con éxito, una fórmula parecida que deja al espectador satisfecho y sonriente.
Por Orlando Maldonado en colaboración con Dieta Cinéfila.