En el 2009 te habría dicho que el cineasta sudafricano Neill Blomkamp estaba destinado a revolucionar el género de la ciencia ficción. Al menos eso prometía la excelente District 9, pero nunca conté con el que director de 35 años pasaría los próximos seis años intentando re-alcanzar la gloria por medio del reciclaje en lugar de intentar renovarse con cada nuevo proyecto. Su más reciente propuesta, Chappie, esparce el poco rastro de aquel visionario que nos obsequió uno de los mejores filmes de ciencia ficción de la pasada década, y cuando digo “esparce” lo hago, por supuesto, en referencia el reguero que es Chappie, cuyo estreno en los cines de Puerto Rico está programado para el 12 de marzo.

Al igual que las primeras dos película del director, Chappie se desarrolla en un futuro distópico. Aquí, la policía ha sido reemplazada por robots que han debilitado la criminalidad considerablemente. El creador de los robots, empleado de la compañía que suple los robots llamado Deon (Dave Patel), trabaja en secreto en un prototipo de inteligencia artificial. Luego de un atraco, la programación ya completada cae en manos de dos gángsters que, con su ayuda, traen a la vida a Chappie, el primer robot inteligente.. Sin embargo, la vida de Chappie podría ser más corta de la anticipado a consecuencia de las acciones de Vincent Moore (Hugh Jackman), un frustrado empleado de Tetra Vaal cuyas idea de un robot controlado por la mente humana es rechazada una y otra vez.

Si la trama de Chappie te está empezando a sonar familiar, es porque la has visto trabajada en innumerables ocasiones dentro del género. En un intento de diferenciarla de otros títulos, Blomkamp introduce el usual comentario social que caracteriza sus filmes. El problema aquí es lo rápido en que el comentario trasciende la reflexión para convertirse en un débil sermón a favor de la inteligencia artificial.

Para reforzar su idea, Blomkamp contrasta con la oposición, encarnada por individuos que irresponsablemente personifican los estereotipos a los que una crítica social debería evitar.

El villano de la película es un hombre cristiano temperamental que disfruta de la violencia. A Vincent Moore, personificado por Hugh Jackman, no le importaría quitar vidas para que su proyecto llegue finalmente a las calles de Johannesburgo. El guión de Blomkamp nos recuerda cada cierto tiempo que se trata de un hombre cristiano, como intentando justificar el comportamiento violento del personaje. Una de las más grandes contradicciones de la película se presenta cuando, en el clímax, Moore recibe una paliza por parte del personaje principal, con quien deberíamos simpatizar pues representa el opuesto a Moore.

No se puede hablar de personajes sin mencionar a los gángsters y padres adoptivos -a la fuerza- de Chappie, Yo-landi y Ninja, interpretados por el dúo musical Die Antwoord en una de las elecciones más extrañas que haya hecho Blomkamp. Pero tomemos en consideración que este fue el mismo director que le dio a Jodie Foster uno de los personajes más planos que ha visto la ciencia ficción en Elysium.

El tema de la inteligencia artificial es uno muy delicado, y con Chappie, Blomkamp trae sus propias reglas. Al principio del filme, el creador de Chappie -nombre que le pone su madre adoptiva- explica que el robot funcionaría como un recién nacido y habría que enseñarle como a un niño, pero asegura que el proceso sería mucho más corto. Eso, sin embargo, no explica por qué Chappie actúa como un niño ingenuo por un momento y en el próximo como un genio, sólo para volver a ser un niño inocente en la próxima escena. Su comportamiento refleja la estructura el guión, uno lleno de contradicciones que sólo están ahí para tocar nuestra fibra sensible, lo que me lleva a los aspectos de Chappie que sí funcionan.

La inocencia de Chappie es la base de algunas de las escenas más memorables de la película, entre las que resalta una secuencia en que el androide, inspirado en una mentira de su padre adoptivo, comete una serie de crímenes. El tono jocoso que viene con la inocencia de un niño que roba autos por su padre mientras evita hacerle daño a sus víctimas es uno de los pocos momentos de Chappie que ofrece originalidad.

Chappie no utiliza la tecnología de “motion capture” que se utilizó en filmes como Avatar y The Lord of the Rings, sino que depende por completo de uno de los robots de CGI más reales que verás en el cine. La atención al detalle en los movimientos y reacciones de Chappie, complementado por el trabajo de voz del actor Sharlto Copley hacen del robot inteligente uno de los pocos personajes con el que se puede llegar a hacer una conexión.

Lamentablemente, simpatizar con un personaje principal que sufre de inconsistencias no viene naturalmente.

Como era de esperarse, Chappie trabaja los temas de la singularidad y la idea de la consciencia como el alma que vienen con el territorio, y es aquí donde Chappie no solo fracasa, pero también salta al vacío sin avisar. El tercer acto trabaja ideas que no solo son poco probables, sino que rayan en lo ridículo.

Chappie es uno de esos filmes que podríamos diseccionar, separar buenas ideas de malas ideas, todo con el propósito de desarrollarlas nuevamente.