Todo el mundo, o al menos casi todos, conoce el trabajo de Almodóvar. Filmes como Hable con Ella y Todo Sobre Mi Madre, entre otros, lo colocaron en el mapa durante la década de los noventa, y casi 20 años después continúa obsequiando joyas a la gran librería del cine. La última vez que nos deleitamos con una de las grandes obras del director y guionista español fue hace apenas dos años con la magnífica “La Piel que Habito”. Almodóvar demostró que estaba más sólido que nunca, por lo que el anuncio de que regresaría al cine jocoso, elevó las expectativas a las nubes.
Cierto es que todos los grandes cineastas fallan al menos una vez en sus carreras. Uno de los casos más recientes que me viene a la mente es el director Terrence Malick y su cinta To the Wonder, filme que, aunque por fuera parece otra obra maestra de Malick, en realidad es un pequeño tropiezo en su brillante carrera, pero al final todo es subjetivo. Este es exactamente el diagnóstico de “Los Amantes Pasajeros”, una película que en momentos parece ir en la dirección correcta, entiéndase la anteriormente atravesada por Almodóvar con éxito, pero se descarrila con frecuencia.
Con grandes expectativas vienen grandes decepciones, o algo así.
Los Amantes Pasajeros no pierde tiempo y arranca en donde se desarrolla toda la acción: en el vuelo 2549 de la aerolínea Península, con destino a la Ciudad de México, pero no sin antes deleitarnos con un cameo de dos caras muy conocidas. Cuando el avión confronta problemas técnicos, la peculiar tripulación hará lo necesario para mantener la calma entre los pasajeros, abriendo espacio para momentos que oscilan entre lo jocoso, lo absurdo y lo completamente ridículo. Con excepción de esto, no existe trama que guíe a los personajes más allá de los estereotipos que representan.
Almodóvar juega con el trasfondo de los personajes cuando ya no sabe qué hacer en el avión, pero nunca llega a ser lo suficientemente interesante como para completar algún tipo de conexión con ellos. Además, es muy poco lo que conocemos de estos personajes para saber si sus acciones se tratan de reacciones al miedo y la incertidumbre, o si solo se trata de un grupo de personas actuando como normalmente lo harían, de no estar en esta situación. Podría asegurar que el único personaje que recibe algo cerca a un desarrollo viene personificado por Lola Dueñas y se trata de Bruna, una mujer virgen que puede oler la muerte y asegura que perderá su virginidad durante el vuelo, por lo que emprende en la búsqueda del hombre con quien tendrá sexo por primera vez.
Afortunadamente, no todo en Los Amantes Pasajeros es un desastre. Decir que es mala sería ignorar que varios aspectos de esta comedia funcionan, entre los que sobresalen las actuaciones de una variedad de actores que ya han trabajado con Almodóvar, que aunque cuentan con un guión débil, trabajan los diálogos de manera refrescante y brindan las risas más genuinas de la película. Entre todos sobresalen el trío de azafatos homosexuales. Fajas, Joserra y Ulloa – personificados por Carlos Areces, Javier Cámara y Raúl Arévalo respectivamente – obsequian la mayoría de los momentos genuinos de la película con sus diálogos obscenos y pequeños encuentros sexuales a bordo del avión. Es el elenco lo que mantiene con vida un filme cuyo guión nunca coge forma y al igual que el vuelo 2549, debe buscar la manera de lograr un aterrizaje exitoso.