Por años, he escuchado a críticos de cine, incluyéndome, expresar la fastidiosa frase de “está bien tirá” a la hora de hablar de un filme puertorriqueño. Para el que no conoce el lingo, la frase hace referencia al aspecto técnico de una película. Una película que está “bien tirá” es una que aunque no cuenta con una buena historia o actuaciones, sí se puede adjudicar buenos valores de producción. Año tras año, decepción tras decepción, esta frase ha sido la manera más fácil de escapar ilesos de ese momento incómodo en que se nos pide nuestra opinión sobre la más reciente propuesta local. Los Domirriqueños, la nueva película del director Eduardo “Transfor” Ortíz (¡Qué Joyitas! 1 y 2) viene con todo el propósito iniciar el proceso de erradicación de estos prejuicios y muchos otros que afronta la trama de la película, una que se adhiere a un conflicto simple pero efectivo.

“Los Domirriqueños” une talento local con los comediantes más exitosos del cine dominicano, tanto allá como acá. Las películas de “Sanky Panky” son las películas dominicanas más exitosas en suelo boricua, lo que hace de este un proyecto más atractivo instantáneamente. La película se desarrolla en un barrio ficticio de Puerto Rico, en el cual habitan puertorriqueños y dominicanos. Cuando Don Pablito, uno de los miembros más queridos del barrio, muere y deja atrás deudas que podrían costarle la cancha a los chamaquitos – y los no tan chamaquitos – del vecindario, dominicanos y puertorriqueños tienen que olvidar sus diferencias y formar un equipo ganador de baloncesto para vencer a Hugo (Danilo Beauchamp), el hombre que pretende quedarse con la cancha y otros terrenos del difunto para saldar la deuda. Pero el equipo, liderado por Jorge Pabón alias Molusco y Fausto Mata alia Boca de Piano, debe vencer algo más que un conflicto egos. Sus integrantes también deben aprender a jugar un buen baloncesto para tener opción a la victoria ante un equipo compuesto de jugadores estadounidenses.

Sería injusto analizar esta película en el mismo contexto que una producción estadounidense, pero que esto no se interprete como un intento de resguardar esta película bajo la excusa de que en Puerto Rico no contamos con las herramientas necesarias para hacer buen cine. Los Domirriqueños es exactamente la respuesta a esa idea equívoca de limitaciones que al final solo son creativas. Sería injusto por lo que esta película representa: otro gran paso en el proceso de dejar atrás un estancamiento en nuestro cine que hace poco tiempo sólo sabía producir filmes que exploraban la criminalidad, la música urbana y otros aspectos negativos del país. De ninguna manera la película intenta renovar el género de la comedia y tampoco pretende que se le reconozca como “comedia inteligente”, un término tan vago como el que lo inventó mientras la musa lo abandonó en medio de una reseña. Lo importante es que la película tampoco es un producto confeccionado para ser consumido por el público puertorriqueño, sin aspirar a algo más allá de ser un éxito taquillero. Aunque el propio director ha confesado que la idea detrás de este junte nació antes de la historia, el producto final es evidencia de algo que se desarrolló con el propósito más básico de la comedia en mente: hacer reír.

El guión de Transfor Ortíz y Miguel Alcantara (Sanky Panky 2) no pierde tiempo. La habilidad de encontrar espacio para un chiste en cada minuto de la película es tan impresionante que no podemos descartar que los actores hayan tenido luz verde para improvisar en el cualquier momento. También hay que darle crédito a Alcantara, quien ya ha trabajado con los actores previamente y sabe cómo escribir para ellos. Claro, con un guión saturado de chistes es natural que unos funcionen mejor que otros, pero cuando funcionan de verdad, aseguran que el público estalle en risas. También era de esperarse que el talento dominicano resaltara más que el local, pues se trata de comediantes naturales trabajando junto a locutores de radio y otros comediantes que recién comienzan a hacerse de un nombre, con excepción de veteranos como Raúl Carbonell, quien personifica a Don Tommy, el dirigente del equipo de Domirriqueños. El dominicano Fausto Mata es uno de esos comediantes que no permiten que haya un momento vacío en la película. Su “delivery” es impecable y su tono de voz chillón es irresistible para el abdomen adolorido de tanto reír. El resto del elenco, en especial Molusco, lucen comprometidos con el material y también traen su mejor juego.

Pero no todo es risa en “Los Domirriqueños”, aunque ese sea el tono que predomina en la película. Tal vez el aspecto más impresionante de esta película es el respeto con el que explora el tema de la homosexualidad mientras te invita a reirte de un personaje que comienza a sospechar que le gustan los hombres. La situación, por supuesto, es mucho más compleja para un chiste pasajero y homofóbico. De hecho, uno de los chistes mejor elaborados de la película -aún cuando se desarrolla en medio de un enorme cliché- gira alrededor de esta trama secundaria. La película también promueve la unión entre puertorriqueños y dominicanos, nuestros vecinos y hermanos que comparten su casa con nosotros de la misma manera que nosotros compartimos la nuestra con ellos.

A diferencia de otras propuestas locales y en la misma línea que filmes como “Broche de Oro” y joyitas como “I Am a Director” y el documental “Mala Mala”, “Los Domirriqueños” es una importante adición a nuestra filmoteca, pues su inevitable éxito ayudará a erradicar de una vez y por todas el temor a invertir en el cine de género.