Por Orlando Maldonado (@omaldonado2)
No fue necesario revisitar The Purge (2013) antes de sentarme a ver su secuela, que llega a los cines un año después de su antecesora. El recuerdo de aquella enorme decepción me sigue atormentando, y me obliga a reconocer que es la principal razón de haber entrado a la secuela con muy bajas expectativas. Sin embargo, no voy a negar que la idea de llevar este prometedor concepto a la calle, donde se desarrolla la mayor parte de la acción, despertó un interés en mí que no habría existido de tratarse de otro “home invasion movie” como la primera. Con eso en mente, compré mi boleto para The Purge: Anarchy, solo para salir decepcionado una vez más.
La secuela, que llega en manos del mismo director de la primera, James DeMonaco, continúa desarrollando el interesante concepto de la existencia de un día en el año donde todo crimen es legal, reduciendo así los niveles de criminalidad, pobreza y desempleo. El problema es que también repite los disparates de la primera.
Esta vez, la historia gira en torno a un hombre impulsado por un plan de venganza, que, en medio de la noche, decide dar pausa a su elaborado plan para socorrer a una madre y su hija, aún cuando lucía bastante determinado. Es aquí donde la película, al igual que la anterior, comienza a caer víctima de las malas decisiones de sus personajes, por eso de no echarle toda la culpa al guión de DeMonaco. No es que esté prohibido tomar malas decisiones, es que estos personajes carecen de sentido común, y hasta invitan a sus agresores a sus escondites secretos. ¿Mencioné que lo hacen sin llevar algo con qué defenderse encima?
No es fácil entender a este grupo de personajes, con excepción de nuestro protagonista, un hombre sin nombre personificado por Frank Grillo. Conocemos sus intenciones, las razones detrás de ellas y las entendemos. No entendemos, sin embargo, por qué un hombre decidiría poner en riesgo su plan de venganza, lo que podría alargar extender su sufrimiento hasta la próxima purga. El verdadero conflicto – pero el nuestro – llega cuando el guión intenta hacernos sentir algo por alguno de ellos, incluso cuando el protagonista no tiene nombre y los secundarios son personajes totalmente vacíos. Lo único que sabemos es por qué estan en la calle.
Es ahí mismo, en la calle, donde DeMonaco se siente más cómodo, y es evidente en cómo trabaja la acción. Desde francotiradores hasta camiones con enormes ametralladoras, se nota que DeMonaco se está divirtiendo mucho más que en la primera, y nosotros con él. Sí, The Purge anarchy es un superior a la primera, aún cuando desarrolla a paso de tortuga un concepto que debió haber sido explotado hace dos películas atrás.
Lo refrescante, además de la acción, llega con un personaje que supongo veremos nuevamente en un tercer capítulo, si llegase a existir uno. Michael K. Williams es Carmelo, líder de un grupo de rebeldes que se oponen a esta práctica y aprovecharán la noche para llevar su mensaje aunque hacerlo signifique tener que derramar la sangre de los intocables padres fundadores, poniendo en práctica el concepto que tanto aborrecen.
Una vez más, The Purge: Anarchy desaprovecha una gran oportunidad y nos deja con la esperanza de una una tercera parte que le haga justicia a tan atractiva premisa.