Tras varios meses de una refrescante campaña publicitaria que prometía algo diferente – al igual que lo hizo DEADPOOL a principios de este año – finalmente llega a los cines SUICIDE SQUAD, la nueva propuesta de DC Cómics y Warner Bros. y la segunda película del DCEU programada para estrenar este año. Aunque llega con el objetivo de eliminar el mal sabor que dejó BATMAN V SUPERMAN el pasado mes de marzo, la película del director David Ayer parece más preocupada por vender figuras de acción e inspirar disfraces de Halloween en octubre que de hacerle justicia a los supervillanos más famosos de la marca. Pero este es sólo el principal problema de “Suicide Squad”, un filme que funciona mejor cuando el director, por momentos, regresa a sus raíces: el drama policial. Cuando no, el filme sirve como una nueva muestra que evidencia que el equipo creativo detrás de este universo no ha logrado entender a los personajes que intenta representar.
Los villanos más despiadados del universo de DC Cómics ahora son inquilinos de Belle Reve, la prisión que se hizo popular tras aparecer por primera vez en las tirillas que inspiraron esta películas. Allí, Deadshot (Will Smith), Harley Quinn (Margot Robbie), El Diablo (Jay Hernandez) y Killer Croc (Adewale Akinnuoye-Agbaje) cumplen sus largas sentencias bajo la vigilancia de Griggs (Ike Barinholtz), un guardia penal que disfruta de acosar y castigar a los presidiarios. Mientras tanto, el mundo de afuera se ha quedado sin Superman (véase Batman v Superman), por lo que Amanda Waller (Viola Davis), la cabeza de una agencia secreta del gobierno, propone reclutar a la escoria más indeseable pero altamente mortal que reemplazaría a Superman como defensor de la humanidad en caso de la llegada de otra amenaza extraterrestre. Convencidos con la promesa de una reducción en sus sentencias, el Escuadrón Suicida o Task Force X sale a la calle a detener la construcción de un arma poderosa capaz de destruir la humanidad. A la misma vez, el payaso de Ciudad Gótica, mejor conocido como el Joker o Mr. J sale en busca de su otra mitad, quien alguna vez fue su psiquiatra y llevaba el nombre de Dra. Harleen Quinzel.
“Suicide Squad” invierte su primera media hora en introducir a algunos de los villanos más populares de DC Cómics. Desde la entrada, el guión de David Ayer se enfoca en resaltar un específico set de características para cada uno de ellos, excluyendo a Floyd Lawton/Deadshot, uno de dos villanos que fue provisto con una trama secundaria y un arco real. Son Deadshot y El Diablo – elevados por actuaciones memorables e Will Smith y Jay Hernández – los que introducen un necesario conflicto moral en un filme que explora la idea de reclutar criminales para combatir el crimen. Cuando son reclutados por Waller, ambos villanos ya habían dejado atrás sus antiguas vidas, lo cual es suficiente para inspirar empatía.
El resto, con Harley Quinn y el Joker resaltados en el centro de todo, se dedican a escupir “one liners” y enfatizar el único rasgo de sus personalidades que el equipo creativo parece haber absorbido de sus innumerables versiones en cómics y series animadas: a ambos personajes les falta un tornillo. Pero hay una gran diferencia entre una persona que está fuera de sus cabales y una que actúa como tal. Este es el caso de la primera interpretación de Harley Quinn en el cine, quien actualmente es una de las figuras más influyentes de los cómics, atrayendo e inspirando lectoras femeninas que años atrás no habrían invertido tiempo en el medio. Cada una de sus líneas es pronunciada como si intentara convencernos de algo que se supone llegue naturalmente. Tampoco se puede esperar sutileza de parte de un personaje que es, en esencia, la respuesta al Joker, pero a veces el gesto más sutil expresa mucho más que la línea más obvia.
“No olvides que somos los malos”, expresa Deadshot en medio de una escena de acción justo después de que Harley Quinn hiciera una expresión similar, como tratando de convencernos de que estos héroes son en realidad criminales. Es como si la publicidad, la cual giró alrededor de la frase “Worst. Heroes. Ever.” no hubiese terminado con el estreno de la película.
No sería justo comparar el Joker de Heath Ledger con la versión de Jared Leto en “Suicide Squad”, pero naturalmente, estas comparaciones son imposibles de evitar. Mientras que el Joker de The Dark Knight tuvo un rol protagónico, esta nueva interpretación pasa a un rol secundario con tiempo demasiado limitado para dejar una fuerte impresión. El Joker, al igual que el resto de estos personajes, simplemente existe dentro de esta historia, y es que a pesar de insistir en la retrospección, la cinta no logra establecer estos personajes fuera del encuadre que ocupan en la pantalla. Habría sido ideal tener un poco de trasfondo para personajes como Katana y Killer Croc, dos personajes que logran resaltar dentro de su tiempo limitado.
Este es uno de los males que Ayer hereda de Zack Snyder, quien suele sacrificar profundidad por estética. “Suicide Squad” también es un filme visualmente atractivo. De hecho, la ejecución de las escenas de acción en esta película es mucho más limpia que en las primeras dos propuestas del DCEU. El problema es que estas escenas de acción vienen provocadas por otra de las fallas que Ayer hereda de Snyder: terribles villanos. El villano de “Suicide Squad” no es solamente el más aburrido y poco inspirado del DCEU, sino que también se lleva el premio al villano más genérico y vergonzoso en la historia de filmes de superhéroes. Para enfatizar en su poca importancia y lo genérico de su existencia, sus secuaces son un grupo compuesto de soldados sin rostro tan útiles como los “battle droids” que fueron introducidos en las precuelas de Star Wars.
El momento en que los créditos comienzan a rodar es también una de realización. La publicidad de “Suicide Squad” nunca fue ingeniosa o diferente, sino literal en todo el sentido de la palabra. Los trailers e imágenes promocionales siempre nos vendieron un set de personajes con rasgos demasiado obvios, mientras que el tagline de “Worst.Heroes.Ever” no era otra cosa que un trágico presagio de lo que el estudio nos iba a ofrecer.