Al leer la premisa de la más reciente cinta del joven director Jonathan Levine, es casi inevitable soltar una carcajada y atribuirle su existencia a la saga de Twilight, pues parece ir por el mismo camino. Los muertos están de moda, dicen los seguidores de la exitosa serie que propuso un triángulo amoroso entre un ser humano, un vampiro y un hombre lobo.
En esta ocasión, el también guionista adaptó la novela del escritor estadounidense Isaac Marion, la cual presenta un mundo post-apocalíptico habitado por zombis que parecen estar regresando a la vida, pero la razón es un misterio para los protagonistas del romance, Julie y “R”, personificados por Teresa Palmer y Nicholas Hoult.
Los protagonistas, cuyos nombres hacen referencia a Romeo y Julieta, se conocen durante una escena confusa en que “R”, siguiendo sus instinctos, se come el cerebro del novio de Julie, adquiriendo de esta forma sus recuerdos y sentimientos.
Aquí es donde el filme logra, aunque momentáneamente, diferenciarse del resto de historias que proponen ideas similares y caen víctimas de lo trillado. La idea de que un zombi desee ingerir el cerebro de los humanos, no por alimentarse, si no por volver a sentirse humano, es un giro dramático e importante para que el espectador pueda, a través de la empatía, identificarse con el protagonista muerto.
Además de hacer referencia a la más común historia de romance prohibido de William Shakespeare, el filme propone una de las creencias más antiguas de la humanidad, y es que el amor lo puede curar todo.
Somos testigos de como nuestro protagonista, ahora enamorado de la novia de su más reciente víctima, va recuperando la vida que perdió durante el brote. La idea resulta simpática y refrescante para ser un filme que trata la muerte después de la muerte. Hoult logra vender al zombie que va regresando a la vida de una manera graciosa, mientras que Palmer, aunque posee un físico similar a la protagonista de Twilight, no debe ser confundida con ella. Julie, a diferencia, hace mucho más que morderse los labios y pestañear.
La referencia a Romeo y Julieta re aparece momentáneamente, pero su propósito nunca es claro. La idea del amor y la esperanza como la única cura es la única que se mantiene a lo largo del filme y es responsable de mantenerlo con vida.
Aunque intenta no tomarse en serio en ningún momento, la pelïcula se convierte en víctima de las fallas del guión. En ocasiones, el mismo parece atribuir características a personajes, exclusivas para la situación en que se encuentren. Además, la película pasa trabajo obedeciendo su propia lógica. Resulta confuso que el protagonista se burle de su lentitud al caminar y que minutos más tarde sea perseguido por un grupo de muertos que pueden correr.
La narración del filme tampoco parece saber en qué tiempo narra. En ocasiones parece hacerlo después de los eventos, mientras que a veces es evidente que el protagonista está pensando. El problema radica en que la idea de que el amor puede curar la infección se propone más tarde, por lo que no podríamos atribuirle a esto el hecho de que el muerto pueda pensar. Son fallas como esa las que te pueden sacar de la película, o incluso arruinar la experiencia.
Al final, la película resulta ser un genuino intento de hacer algo diferente, por lo que sería injusto juzgarla por sus pequeñas fallas. Levine, con una fórmula simple, logra mucho más que el resto de las películas que han estrenado el primer mes del año.
Warm Bodies es un aire refrescante durante el pobre mes de enero que tal vez, si la fórmula funciona, te hará volver a creer en el poder del amor.