Por Orlando Maldonado (@omaldonado2)
“Ratings” o índice de audiencia es posiblemente el término más utilizado detrás de las cámaras de un medio noticiosos. Los que hemos trabajado en lo medios conocemos la importancia de los números. De ello depende nuestro trabajo. Dan Gilroy también está consciente de esto y desarrolla su más reciente película, Nightcrawler, alrededor de lo que un reportero freelance está dispuesto a hacer para vender su trabajo y lo que el medio está dispuesto a publicar a cambio esos anhelados números.
Jake Gyllenhaal se transforma en un monstruo para personificar a Lou Bloom, un hombre que está dispuesto a hacer lo que sea para un empleo. Bloom se presenta donde quiera que se mete como un hombre trabajador, puntual y listo para hacer lo que sea. El problema es que su insistencia podría estar alejándolo del trabajo que tanto necesita. Esto es hasta que una noche, en la escena de un accidente automovilístico, Bloom conoce a un dúo de reporteros freelancers cuyo trabajo consiste en llegar primero a la escena, obtener el mejor material posible y venderlo al mejor postor. Fascinado por un ambiente laboral excitante que no conocía, Bloom decide intentarlo.
Cámara y escáner policíaco en mano, el intrépido Bloom se adentra al peligroso mundo el periodismo criminal. No sabemos cómo, pues Gilroy evita entrar en el pasado del protagonista, pero Bloom ha perdido muchas de las características que nos hacen humanos. En otras palabras, Bloom se ha insensibilizado, un efecto muy parecido al que tienen los medios hoy en día. Un cuerpo sin vida tirado en la calle parece no tener algún tipo de efecto en él. Cuando empieza a alterar escenas de crimen para obtener mejor pietaje, es evidente que Bloom carece de inhibiciones. De hecho, para que existan se entiende que debe haber algún tipo de sentimiento o moral que las alimente.
Nightcrawler es una historia de superación como nunca antes hemos visto. Par Bloom, el respeto que viene con su desempeño vale mucho más que la remuneración que recibe a cambio del mismo. La directora del noticiero con el que Bloom crea una alianza, interpretada por una resurgente Renne Russo, le advierte desde un principio que la paga no es la mejor. Bloom, sin embargo, no trabaja motivado por el dinero, sino por la exposición que recibe haciendo su trabajo, y esto es mucho más tenebroso. Nina (Russo) necesita el material de Lou y él está consciente de ello. La seguridad con la que Bloom amenaza a Nina en una de las escenas más memorables del filme es tan perversa como la idea de que la directora eventualmente acceda a sus pertubadoras exigencias.
Gilroy, con ayuda de un excelente y tenebroso Jake Gyllenhaal en el mejor rol de su carrera, logra que la audiencia se identifique con un personaje cuyas acciones perturbadoras crecen paralelamente con sus deseos de ser alguien importante. Bloom es la personificación de la sociopatía que reina en los medios, y aún así queremos que verlo triunfar en lo que hace. Eventualmente sus acciones lo despojan de toda característica humana y se convierte en un monstruo, pero ya hemos invertido demasiado en la historia para mirar atrás.