Hacer películas sobre eventos de la vida real relacionados a tragedias siempre tiene el mismo reto de no caer en el sentimentalismo fácil ni la superficialidad. Aunque BREATHE logra hacerlo es mayormente gracias al responsable trabajo de sus protagonista frente a las cámaras.
Mejor conocido por ser el líder absoluto del “motion capture”, Andy Serkis (The Lord of the Rings, la trilogía moderna de Plante of the Apes) debuta como director en la adaptación de la importante historia de Diana Blacker (Claire Foy de The Crown en Netflix) y Robin Cavendish (Andrew Garfield, el Spider-Man que dejó morir a Emma Stone), un matrimonio desafiando convenciones y enfermedad.
Una joven pareja amante de la exploración y la aventura, Robin y Diana Cavendish ven su prometedora vida cambiar cuando Robin contrae el polio, una de las enfermedades más crueles que existen, hoy día casi eliminada gracias a las vacunas y la medicina moderna, en 1958 prácticamente una sentencia de muerte. Aparte de quedar paralizado del cuello hacia abajo, los doctores le dan el pronóstico de tres meses de vida a Robin quien acepta originalmente la condena. Sin embargo, Diana decide no rendirse sino buscar opciones para lograr una vida más digna para Robin a pesar del lúgubre diagnóstico y su avanzado embarazo.
Todo lo anterior ocurre durante los primeros 10 o 15 minutos de BREATHE lo cual precisamente es su problema principal. El guion de William Nicholson prefiere lanzarnos a toda prisa a través de la vida de los Cavendish sin apenas tomarse su tiempo para dejarnos conocerlos. El resultado es que, a pesar de la química entre los actores, nunca sentí el impacto emocional que la condición trae entre ellos. Peor aún, el filme se mueve como si lo hubiera hecho.
BREATHE quiere que sepamos que Diana y Robin se adoran sin presentar casi nada de su enamoramiento o su vida de matrimonio antes del padecimiento. El filme pretende que algunas escenas rápidas de Garfield y Foy mirándose tiernamente sean suficiente. El inconveniente es que ya hemos visto historias similares mejor presentadas como The Theory of Everything o El Mar Adentro.
Eso no significa que no haya disfrutado de BREATHE pues se trata de una poderosa historia sobre la voluntad humana contra el prejuicio que enfrentan los seres humanos con limitaciones físicas. Es imposible no emocionarse ante una Diana rebelándose contra el sistema para algo tan sencillo como llevar su esposo de vuelta a su hogar o una velada familiar en la silla que su amigo Teddy (Hugh Bonneville) diseña para conseguirle más libertad de movimiento a Robin, aparte de las secuencias de ellos visitando hospitales especializados en personas con discapacidades donde los tratan como algo que hay que mantener oculto.
Adicional a la hermosa cinematografía, los diseños de vestuarios y localidades, el mayor potencial de Breathe descansa en los hombros de sus protagonistas, quienes hacen todo lo posible para demostrar las emociones que el guion falla en darle a sus escenas. Foy es igualmente vulnerable e indómita como Diana mientras Garfield pasa por un espectro de sentimientos desde la felicidad, el desasosiego, hasta la esperanza.
No hay nada en BREATHE que la distinga de otros filmes sobre temas similares pero la importancia de su tema junto al adecuado esfuerzo de sus intérpretes la hace merecedora de al menos un vistazo.