Este ha sido un año inusual en la cantidad de musicales a gran escala que se han estrenado en el cine. A mediados de año tuvimos el evento del verano con “In the Heights”, y en septiembre estrenó la adaptación de “Dear Evan Hansen”. Ahora llega “tick, tick…Boom!”, adaptación del musical del mismo nombre, dirigida por Lin-Manuel Miranda en su debut como director, que cuenta la historia de la vida real de Jonathan Larson, y su lucha por llegar a ser más que otro artista en quiebra viviendo a finales del siglo XX en la ciudad de Nueva York. 

La cinta comienza con una crisis existencial de Larson porque está a punto de cumplir 30 años. Una edad a la que, según él, ya tienes que tener tu vida resuelta y haber llegado a ser lo que quieres en la vida. Pero Larson, que sueña con ser un compositor del teatro musical, sigue en la lucha siendo un infeliz mesero de una cafetería. Mientras Jonathan trata de malabarear con su trabajo, sus amigos y su pareja, también tiene una lucha contra el reloj, ya que el musical en el que ha estado trabajando por 8 años se presentará en unos días a posibles productores para el mismo, pero a la obra le falta una canción clave que todavía no está hecha. 

Más que adaptar la vida de Larson, creo que “tick, tick..Boom!” es una estampa de la vida a finales del siglo XX en Estados Unidos, y los problemas que cundían a la nación americana en esos momentos. La cinta es un comentario de la búsqueda del supuesto sueño americano, y aunque es una adaptación de una obra que tiene 30 años, sigue siendo relevante en el 2021. La película también explora el tema del SIDA, y lo que significaba vivir en la incertidumbre de la enfermedad en ese momento, tema que se convirtió en parte esencial de lo que Larson hizo como compositor en el mundo del teatro, especialmente en el musical “Rent”. 

El filme es una mezcla homogénea entre adaptar el one-man show que es el musical original, y presentar la vida del compositor de Broadway antes de la fama. Sorprendentemente, luego de lo débil que fue su trabajo como guionista de “Dear Evan Hansen”, Steven Levinson hace muy buen trabajo aquí, recopilando las partes esenciales de la vida, y del trabajo de Larson, y que todo el nuevo material vaya a la perfección con las partes que son adaptación directa de la obra. En ocasiones el guion sufre del mismo mal que el de “Dear Evan Hansen”, en el que temas importantes (esta vez siendo el SIDA) se exploran a vuelo de pájaro, pero no tan superficialmente como en la cinta anterior de Levinson como guionista. 

Andrew Garfield es electrizante como Jonathan Larson. Desde su rol como Eduardo Saverin en “The Social Network”, ya sabía que Garfield es un magnífico actor, pero este año el actor se creció con dos roles (este y su rol en “The Eyes of Tammy Faye”) que quizás le otorgan una nominación al Oscar. Como Larson, el actor puede explorar varios matices que han estado en su papeles a través de versátil carrera, desde su lado más excéntrico, a su lado más emocional. Alexandra Shipp interpreta a Sandra, la pareja de Larson, un personaje que es el polo opuesto al compositor. Los pocos momentos que comparten en pantalla, Shipp y Garfield tienen una química palpable, y demuestra el nivel actoral que tiene el elenco de esta cinta. 

La experiencia de Lin-Manuel Miranda en el mundo del teatro es notable en la película, especialmente en las partes musicales. El puertorriqueño tiene una energía frenética, que lleva a la pantalla y que va en sync con la energía de Larson y lo que este hizo durante su carrera. Es muy temprano para decir qué le depara el futuro a Miranda como director, pero ciertamente su carrera en el campo comenzó con un “Boom!”.

De los tres musicales comerciales que han estrenado este año, “tick, tick…Boom!” es el mejor. Su duración no cansa, el elenco es fenomenal, la música te tendrá cabeceando al ritmo de ella, y, más que nada, tiene algo que decir sobre la perseverancia de los soñadores y las dificultades que nos pone la vida para alcanzar nuestros sueños. La cinta es un tributo digno a Jonathan Larson, uno de los mejores compositores en la historia del teatro americano, y quién mejor para estar a cargo de este tributo que un aficionado del teatro como lo es Lin-Manuel Miranda.