CRÍTICA DE HALLOWEEN CON JAMIE LEE CURTIS

Reseña de Halloween se publicó inicialmente en septiembre como parte de nuestra cobertura de Festival Internacional de Cine de Toronto.


Michael regresa a casa en la nueva película de Halloween, y con él un perfecto balance de nostalgia, violencia y en ocasiones, pura genialidad.

El director David Gordon Green (Pineapple Express) y el guionista Danny McBride (Eastbound and Down) han logrado lo que parecía improbable: confeccionar una secuela de Halloween que, 40 años después de la primera película, finalmente logra emular la fórmula ganadora del director y compositor John Carpenter y su clásico de terror del 1978. Tanto McBride como el director, autoproclamados fanáticos de esta franquicia, están completamente conscientes de los elementos que funcionaron en el 78, pero en lugar de simplemente imitarlos para un resultado que se acercaría más a un “remake”, logran adaptarlos a audiencias contemporáneas y las exigencias del cine de terror moderno. Para ambos cineastas, un “trip” de nostalgia no habría sido suficiente, demostrado en su manejo del personaje principal, Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) y en su manera de adoptar el lenguaje visual de la original sin necesariamente copiarlo o no construir sobre él.

Desarrollada exactamente 40 años después de la primera e ignorando la existencias de las secuelas, Halloween presenta a una Laurie Strode que claramente ha sido marcada por los eventos macabros del 1978. La misma noche fatídica en la que perecieron al menos cinco personas a manos de Michael Myers, Como un conspiracionista que se prepara para lo peor, Laurie ha dedicado las pasadas cuatro décadas en preparación para un segundo encuentro con el asesino. Su preparación, también descrita correctamente como paranoia, le ha costado la unión de su familia. Su hija, interpretada por Judy Greer (Jurassic World), creció alrededor de armas de fuego, entrenamiento físico y la construcción de trampas tipo “Home Alone” versión de adultos, en anticipación de un encuentro que bien nunca podría suceder. Michael, tras los eventos, ha sido recluido en una prisión para pacientes mentales, donde pasaría el resto de sus días. Estas circunstancias, por supuesto, deben cambiar si queremos tener película.

Es aquí donde la película comienza a mostrar un inteligente manejo de las eventualidades, desde el inminente escape de Michael hasta la manera en que “The Shape” recupera su famosa máscara para una nueva noche de terror. De esta manera, la cinta comienza a innovar en donde otras propuestas del género fallan continuamente; en la creación de circunstancias convincentes que mantengan la historia cercana a la realidad, un importante e infravalorado detalle en el tipo de cine que busca aterrorizar a una audiencia. Después de todo, en el 2018 no habría funcionado una película en la que este tipo de antagonista es colocado frente a frente con su víctima en circunstancias ideales.

En el camino, y en la vena de la película original, Michael encuentra y se deshace de personajes secundarios con ningún tipo de desarrollo, cuyo único propósito es ser víctima y vehículo de algunas de las más ingeniosas y violentas muertes de la franquicia. Con toques de humor, McBride y Gordon Green convierten uno de los clichés más criticados del género en una herramienta para provocar todo tipo de reacciones en la audiencia, pero nunca una de disgusto o decepción. Todo esto, sin llegar al plato principal de la película: el anticipado reencuentro entre Laurie Strode y la fuerza imparable que la acechó en persona durante una noche, y en pensamiento a lo largo de cuarenta años.

Cuando finalmente llega el momento del reencuentro -más un enfrentamiento que otra cosa- la película ya ha preparado a su audiencia para lo que debe ser un cara a cara bastante parejo. La mentalidad de Strode, a quien los años se le reflejan en físico y madurez, la hacen la primera real amenaza para Michael, quien ha esperado pacientemente y sin enunciar palabra la oportunidad para terminar lo que inició 40 años atrás, cuando este asesino de su hermana se fijó en una joven, inocente y aterrada, Laurie Strode.

El miedo de Laurie sigue ahí, y es uno de los aciertos más importantes de la película, que fácilmente pudo haber convertido al personaje en una figura invencible y poco creíble. La vulnerabilidad de Laurie en momentos de tensión añaden humanidad al personaje y lo alejan de la peligrosa tendencia de crear personajes femeninos sin imperfecciones. El tipo de “Sarah Connor wannabe’s” que han hundido otros proyectos con potencial en años recientes. Al igual que cuando era joven, Laurie toma decisiones cuestionables que la colocan en situaciones incómodas, aventajando siempre a Michael, cuya imponencia queda intacta aún cuando el guion se esfuerza en presentar a Laurie como la primera real amenaza para Michael. La realidad es que Laurie, 40 años después, no ha parado de correr. La diferencia es que esta vez, corre con determinación en dirección del terror.