Crítica: Keeping Up with the Joneses

En algún punto, todo el mundo ha sospechado sobre algún vecino cuyas acciones simplemente no inspiran confianza. Piensa en aquel vecino o vecina a la que no se le escapa absolutamente nada o en el tipo misterioso que vive casi aprisionado en su propia casa. Sin embargo, son los vecinos perfectos, con los hijos ejemplares y el automóvil del año los que realmente nos quitan el sueño. ¿Será porque muy dentro de nosotros, queremos sus vidas? La comedia “Keeping Up with the Joneses” se apoya de esta idea y presenta una historia con la cual todos nos podríamos identificar, si logras ignorar una serie de fallas en el guión y situaciones que invocan algunos de los clichés más recurrentes del cine.

Karen Gaffney y Jeff Gaffney llevan tanto tiempo casados, que han caído en las rutinas que corroen matrimonios hasta deshacerlos. El sexo se ha convertido en un quehacer y sus pasatiempos en segmentos de un programa de Martha Stewart. Cuando sus hijos se van de campamento y finalmente encuentran tiempo para ellos, la llegada de unos nuevos vecinos aparentemente perfectos pone en pausa un intento de reavivar la llama y los mete de lleno en una repentina amistad quebrantada desde el principio por un enorme secreto: Los nuevos vecinos, Tim y Natalie Jones, son espías encubiertos. Atrapados en medio de una peligrosa misión de espionaje, esta típica pareja de los suburbios es forzada a dejar atrás sus vidas aburridas y convertirse en espías amateur de la noche a la mañana.

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Si en algo este filme de comedia y acción es honesto, es en representar la conmoción creada por la llegada de nuevos vecinos al vecindario. Durante la primera media hora de la película, el director Greg Mottola maneja la llegada de los Joneses con el misterio que usualmente caracteriza una mudanza, siempre y cuando se vea desde la perspectiva de unos vecinos hambrientos de información sobre esta nueva familia. Para vender el misterio y la incertidumbre de la familia Gaffney en descubrir los secretos de esta pareja perfecta, la historia presenta a un matrimonio cuyos mejores años quedaron atrás y que se ha resignado a la rutina. Una vez establecida la trama, el guión de Michael LeSieur (You, Me and Dupree) es el que empieza a perder la chispa.

Greg Mottola, director de “Superbad” y “Adventureland”, sale de su zona de confort en una película que, a pesar que manejar con precisión a la familia Gaffney, no logra el mismo efecto con los Joneses. Como los nuevos Mr. and Mrs. Smith, Jon Hamm (Mad Men) y Gal Gadot (Wonder Woman) juegan a ser espías, en lugar de actores que los interpretan von credibilidad en una película. Resulta más creíble ver a Zach Galifianakis como el empleado de recursos humanos de la compañía MBI. Como el único empleado con acceso al internet de esta misteriosa compañía, Jeff se convierte en la principal persona de interés para los Joneses, quienes investigan un posible caso de traición en la compañía tecnológica. Allá, Jeff se dedica a escuchar los problemas de empleados indeseables, mejor descritos como clichés antropomórficos.

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Jocosidad esporádica no logra elevar secuencias de acción carentes de emoción en “Keeping Up with the Joneses”, lo que evidentemente no es el fuerte de Mottola, director de episodios para series sostenidas en diálogo ingenioso como “Arrested Development”, “The Newsroom” y la infravalorada, “Undeclared”. Aquí, el título sugiere una aventura en la que la audiencia, al igual que los Gaffneys, deben mantenerse al ritmo de los Joneses. Sin embargo, un guión desprovisto de sorpresas nunca logra estar un paso adelante de una audiencia que, a diferencia de los Gaffneys, está destinada a perder interés para el segundo y tercer acto.