Spider-Man balanceándose entre los edificios de la Ciudad de Nueva York se prestó para algunos de los visuales más asombrosos y emocionantes de las versiones de Sam Raimi y Marc Webb, pero en Homecoming, las más grandes piezas de acción se desarrollaron lejos de la ciudad. Afortunadamente, una de estas secuencias también se presta para uno de los momentos más graciosos en la historia del MCU, cuando en medio de una persecución Peter se queda sin edificios de donde balancearse y techos de dónde saltar. Esto nos trae al humor, uno de los elementos más fuertes y consistentes de la película, pobremente trabajado en versiones anteriores. Los chistes oscilan entre unos más obvios como la atractiva apariencia de la tía May (Marisa Tomei) y otros más difíciles de identificar como un comiquísimo noticiero escolar que recuenta acontecimientos recientes y es dirigido por una pareja de estudiantes sumamente incómodos y desinteresados.

Michael Keaton, fresco de una nominación al Oscar por su actuación en Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance), le brinda al MCU veteranía y el villano mejor trabajado en los 9 años de existencia de este universo cinemático. Con un ingenioso giro en la historia y un origen que invita a la empatía, el guión provee capas a un villano que en otras manos habría sido unidimensional. No se trata de un multimillonario cegado por el poder y con acceso a tecnología que aún no ha descifrado. Adrian Toomes es otro miembro trabajador de la sociedad cuyas circunstancias lo han obligado a optar por medidas radicales para sacar a su familia hacia adelante. Toomes, al igual que muchos criminales, es el resultado de la absorción de grandes compañías como Stark Industries. La veteranía de Keaton queda expuesta cuando logra que Toomes sea tan relacionable como amenazante para el protagonista y la audiencia.

Similarmente, pero con un desenlace más satisfactorio, la excelente Spider-Man 2 de Sam Raimi desarrolló al icónico Doctor Octopus, interpretado magistralmente por el británico, Alfred Molina. Pero con la excepción de un desenlace más emocionante, el Adrian Toomes/The Vulture de Keaton no tiene mucho que envidiarle a Dock Ock. Ambos pasarán a la historia como dos de los villanos más memorables del cine de superhéroes.

Keaton encabeza una lista de personajes secundarios que correctamente representan la diversidad de Queens, Nueva York. Atrás quedaron los días en que Flash Thompson, bully de Peter, era interpretado por un estadounidense caucásico. En Homecoming, el rol recae sobre Tony Revolori, joven de padres guatemaltecos que causó una positiva impresión cuando debutó en la película The Grand Budapest Hotel de Wes Anderson. Su interés amoroso, Liz (Laura Harrier), es una chica afroamericana,  mientras que su mejor amigo, Ned, es interpretado como el alivio cómico por el hawaiano Jacob Batalon. Aunque desperdiciado, el personaje de Donald Glover (Atlanta) apunta al futuro del Hombre Araña y la posible introducción, en el futuro, de Miles Morales, actual Spider-Man.

Por el momento, tenemos a Peter Parker, quien no solo cuenta con los requisitos físicos para interpretar al Hombre Araña, sino que también aporta el sarcasmo y bravuconería para adjudicarse la versión más fiel a los cómics del adorado personaje de Marvel. Con esto, un elenco diverso y un tono y visión que se alejan de lo común para el MCU, Spider-Man: Homecoming bien podría ser el comienzo de un nuevo camino para este universo fílmico.

Crítica de Spider-Man: Homecoming con Tom Holland
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