El reto mayor que puede tener una secuela, y más de una predecesora exitosa, es justificar las razones de hacer una continuación. Claro, una secuela para la película Enchanted, que en el 2007 generó aproximadamente $340.5 millones en la taquilla mundial y tuvo un buen recibimiento por la crítica y la audiencia, podía suceder en cualquier momento. Luego de 15 años tenemos la segunda parte: Disenchanted, pero irónicamente no se estrena en los cines, sino en Disney+. 

Disenchanted es más madura que su predecesora, sin dejar de expandir su cuento de hadas. La película parece extensa, pero cada minuto de Amy Adams, de regreso como Giselle, es apreciado. La actriz todavía tiene el encanto, con algunos giros, del personaje que la posicionó en el cine como una estrella. No obstante, la secuela dirigida por Adam Shankman no es superior a su antecesora, ya que sacrifica ciertas conclusiones del pasado, como la tienda de ropa de la protagonista, que para nada se menciona en esta nueva entrega llena de personajes irrelevantes. 

En esta ocasión, Giselle enfrenta el reto de aceptar que es la madrastra de Morgan, la hija de su esposo Robert (Patrick Dempsey), que ahora es una adolescente. La joven, interpretada por Gabriella Baldacchino, no reconoce a Giselle como su mamá, y es entendible que no lo haga, es su madrastra. Esta narración es lo más aproximado y correcto para continuar la conclusión de la primera entrega, donde Giselle enfrentó a una madrastra sacada de su cuento de hadas. Ahora es ella la que interpreta la madrastra de su propia fantasía. 

Todo el conflicto narrativo sucede porque Giselle quiere vivir en un cuento de hadas donde su hijastra no la desprecie. Su deseo se hace realidad y uno de los efectos es que todo a su alrededor, incluyendo los seres humanos, se convierten en una fantasía. Sin embargo, el precio de este anhelo es que ella se transforme en una “stepmother”. Estos sucesos son a causa de unos obsequios mágicos que le da el personaje menospreciado de King Edwards (James Marshall). El tiempo de pantalla de esta caricaturesca interpretación es ridículamente pequeño, aunque aún conserva sus matices cómicos de la primera entrega. 

Yvette Nicole Brown, Maya Rudolph(centro) y Jayma Mays en Disenchanted. (Suministrada)

No obstante, mientras que la primera era el cuento de hadas llegando a Nueva York, aquí vemos la combinación de la realidad con la fantasía en un pueblo llamado Monroeville. Este pueblo suburbio es liderado por Malvina Monroe, una persona egocéntrica, interpretada por Maya Rudolph, que luego del deseo de Giselle se convierte en una reina poderosísima y maquiavélica. Aunque al final, su personaje es irrelevante como villana, y se debe a que ella no es la que ocasiona el conflicto central, sino el dilema interno que tiene Giselle de no convertirse en una madrastra malvada. 

La primera entrega era más organizada en sus temas, y no se complicaba con sus personajes, no eran muchos y la narración fluía mejor. En el caso de Disenchanted, el mundo fantasioso se expande, pero esto trae más tramas que ocasionan una incoherencia de ideas en su historia. ¿Es una mala secuela? No del todo, cumple con ser una buena continuación, pero su mayor problema es que queda atrapada en el encanto de la predecesora y no sabe cómo superarla. Disenchanted ya disponible en Disney+.

James Marsden y Idina Menzel regresan para la secuela. (Suministrada)