La comediante Melissa McCarthy impresiona en un rol semi-dramático en la refrescante y admirable Can You Ever Forgive Me?, basada en hechos reales.
Can You Ever Forgive Me?, la nueva película de la directora y guionista estadounidense, Marielle Heller (también directora del Sundance “darling” The Diary of a Teenage Girl), tiene mucho que decir sobre el legado de un escritor o artista. Con McCarthy en el timón, Heller explora la parte alta (o baja, como quieras verlo) de la escritora Lee Israel. Una breve búsqueda en Google brinda información suficiente para entrar a esta película con un poco de contexto. A principios de los noventa, cuando ya se desvanecía su exitosa carrera como escritora -mayormente de perfiles de celebridades- la escritora y creativa -un término moderno que le caería como anillo al dedo- descubre un nuevo llamado: falsificar cartas de escritores y actores fallecidos. Resulta que existe o existió un mercado para este tipo de memorabilia, perfecto para explotar los talentos de una escritora que ha dedicado su vida a estudiar el trabajo y legado de otros artistas.
Haría falta un extenso conocimiento de los sujetos y un total dominio de la escritura creativa para lograr esta improbable hazaña, pero Israel, interpretada aquí por la comediante Melissa McCarthy en su mejor rol en años, tiene todo lo necesario, incluyendo la carisma que la mantuvo alejada de la cárcel. Pero esto podría bien ser testamento del fenomenal trabajo de McCarthy, quien logra mantenerse al nivel de su contraparte, el inglés Richard E. Grant, quien entra a la historia como un bólido en el rol de Jack Hock, exactamente el impredecible y extravagante “sidekick” que un nombre como ese sugiere. Hock llega a la historia y la vida de la protagonista sin haber sido invitado, y con él un misterio y secretos disfrazados de extroversión que proveen profundidad al personaje sin tener que explorarlas a fondo. De de manera instantánea, el personaje que aparece de repente se convierte en una bienvenida adición. El veterano de 61 años, al igual que la protagonista, navega con cuidado las cualidades que lo mantienen siempre al borde de ser un ser humano repudiable.
Gran parte del crédito pertenece a Nicole Holofcener y Jeff Whitty, cuyo guion muestra más interés en admirar a sus protagonistas que en hacerlos ver como los villanos de esta historia. La clave está en la manera responsable en que la película reconoce los actos delictivos de sus protagonistas y el precio a pagar por ellos, consiguiendo una merecida redención para este par de personajes. Lejos de proyectar a la delincuente como una heroína, la cinta deja que el talento de la escritora hable por sí solo, más que claro en la misma hazaña de emular con precisión el estilo de otros escritores, al punto de engañar a aquellos mismos que se hacen llamar expertos y que estampan sellos de autenticidad a diestra y siniestra.
La más clara autenticidad en la película viene en la proyección de Israel como un ser humano en conflicto consigo misma. En su núcleo, esta es la historia de una mujer lesbiana que se esconde detrás de un muro, y que se rehúsa a establecer cualquier tipo de relación personal. Detrás del sarcasmo -trabajado con excelencia por McCarthy- hay una mujer reclusa de sus propias inseguridades, productos de fracasos amorosos y profesionales.
Para la directora, al igual que la protagonista, se trata tanto de dejar un legado como de hacer lo necesario para sobrevivir. Es lo que une a estos dos personajes en primera instancia, justo cuando parecía que estaban destinados a desaparecer para siempre sin un legado que dejarle al mundo, o peor aún, no tener a quien dejarle un legado. En la búsqueda del suyo, Lee Israel desaparece por años en los logros de otros, hasta que sus acciones la inmortalizan en la forma de una fábula o cuento con moraleja. Es el relato de moralidad más viejo de todos, pero hay una frescura en la película de Heller que se logra mediante dos actuaciones que representan la cumbre de dos carreras nada menos que impresionantes. Este es su legado.