Ocean’s 8, la más reciente en la aparente franquicia u “oceansverse” del estudio Warner Bros. ejecuta un entretenido y original atraco, siempre y cuando no sea analizado detenidamente.
Para muchos una de las más logradas obras del director Steven Soderbergh, Ocean’s Eleven (remake del filme de Sinatra del 1960) termina con el equipo de ladrones meditando frente a la famosa fuente del hotel Bellagio en Las Vegas. El grupo, encabezado por Danny Ocean (George Clooney), disfruta en silencio el triunfo de haber logrado el más grande atraco que se haya registrado en la ciudad. Sin mediar palabra, Clooney, Pitt, Damon y compañía contemplan y admiran la grandeza de no solo el impresionante espectáculo que acontece ante ellos, pero también la enormidad del acto que recién ejecutaron y las implicaciones que tendrá en sus vidas. Es un momento corto, sencillo en una impresión inicial pero rico en lenguaje cinematográfico. Es la perfecta culminación de una propuesta de cámara rápida que hasta ahora se había dedicado a engañar a la audiencia con la efectividad con la que los protagonistas burlan Andy García.
Recientemente, el trabajo me llevó por primera vez a Las Vegas para la cobertura de uno de los eventos de la industria del cine más grandes del año. Finalizada la cobertura, me di cita a ese mismo lugar, con el pretexto de capturar buenas imágenes para un “vlog” que habría estado preparando. Tras media hora de espera, la fuente del Bellagio emitió sonidos que anunciaban el comienzo de aquel espectáculo por el que miles de personas de todas partes del mundo esperan allí a diario. Cuando los chorros propulsados a presión salieron proyectados al ritmo de la música de Bruno Mars, por primera vez en mucho tiempo me sentí realizado. Sentí, al igual que los 11 de Danny Ocean, la calma luego de la tormenta, sin dejar de tener presente que este era solo el comienzo de una nueva etapa.
Ocean’s 8, la nueva película del director Gary Ross (The Hunger Games) y el más reciente intento de revivir y lucrarse de una marca semi popular, carece de elementos o momentos igual de memorables, pero no deja de ser entretenida. La película, escrita por Gary Ross y Olivia Milch, nunca le concede a sus protagonistas, entre ellas las legendarias Sandra Bullock y Cate Blanchett, un memorable e íntimo momento para saborear y digerir el triunfo, pero sí ofrece un despliegue de actuaciones, sorpresas e ingenio. Ocean’s 8 un perfectamente competente filme veraniego con mucho a su favor.
Aunque pocas veces corre a la par con la cinta del 2001, la película sí logra adjudicarse pequeños triunfos que llegan por sus propios méritos. El más claro e importante de todos: un elenco mayormente femenino que encuentra su ritmo temprano en la película y que hasta justifica la ausencia de una figura masculina en el grupo, al menos en sus primeros dos actos.
La película comienza exactamente donde la publicidad nos había adelantado. Tras cumplir una condena de más de cinco años, Debbie Ocean (Sandra Bullock) sale en libertad decidida a regresar a la vida de robos y engaños que la puso tras las rejas. Cinco años fueron suficientes para idear un plan perfecto y a prueba de fracaso que la reúne con Lou (Blanchett), su antigua compañera de estafas que ahora se dedica a “emborrachar” clientes con vodka diluida con agua. El actual “plan de negocios” de Lou le provee suficiente para llevar una vida tranquila, pero la oferta de Debbie es una imposible de rechazar. Mientras que Ocean’s Eleven vio como el grupo robaba un casino en medio de una noche movida, la nueva película propone un tumbe a la élite de Hollywood durante el Met Gala, evento de moda anual que reúne a celebridades en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
Aunque presenta situaciones poco probables, igual que en la propuesta de Soderbergh, la magia de la película está en la ejecución y lo mucho que este respetado grupo de actrices hace con el material que se les ha otorgado. Esto es necesario luego de que el director se queda sin cartuchos tras los geniales primeros 10 minutos de película, en los que vemos a Debbie (Bullock) desenvolverse como una impecable artista del engaño, digna de llevar el apellido Ocean. Comediantes como Mindy Kaling (The Office) y Awkwafina (Neighbors 2) traen una energía y “delivery” inigualable que añade profundidad a sus personajes. Sin embargo, ninguna de ellas, ni el clóset llamativo de Cate Blanchett, es competencia para Anne Hathaway, quien en interpretar una versión exagerada -cerca a la caricatura- de sí misma encuentra el plan perfecto para robarse la película.
Con Ocean’s 8, el reto más grande para la audiencia viene en forma de un elenco principal completamente femenino, donde la figura invertida de Tess (Julia Roberts en la trilogía de Soderbergh) es no existente. Sin embargo, la ausencia de figuras masculinas en el equipo de estafadoras comienza a hacer sentido con una de las mejores líneas de la película. “Los hombres llaman la atención y a las mujeres nos ignoran. Por primera vez, querremos ser ignoradas.”, contesta el personaje de Bullock a la interrogante, presentada por otra miembro del equipo.
A diferencia de experimentos similares como la Ghostbusters del 2016, Ocean’s 8 logra proyectar un competente grupo de mujeres sin la necesidad de excluir por completo el aporte de figuras masculinas. De hecho, es el comediante James Corden quien mantiene la cinta a flote cuando el guión decide extender la historia casi media hora después del atraco. La atrevida decisión es una necesaria exploración de las posibles consecuencias del atraco y una refrescante ruptura en el formato que encaja perfectamente en una película que subvierte expectativas.