Crítica de Independence Day: Resurgence

Veinte años después de que el director Roland Emmerich orquestrara la invasión extraterrestre que dio inicio a una nueva cepa de blockbusters, la secuela INDEPENDENCE DAY: RESURGENCE llega con la presión que se acumula a través de dos décadas de espera. La secuela de la película que dio origen al subgénero de películas de desastres con visuales nunca antes debe, como mínimo, hacer lo mismo 20 años después. Pero en un momento en que la tecnología y los efectos visuales por sí solos ya no impresionan, RESURGENCE llega a los cines con expectativas imposibles de superar, al menos si su meta principal es volver a marcar el principio de un nuevo estilo de hacer cine para las masas. Afortunadamente, la continuación de aquella historia defectuosa muy de los noventa reconoce que en el 2016 no se puede tomar en serio. El resultado es un filme de destrucción que le permite a Emmerich poner en práctica la maestría que ha perfeccionado a lo largo de dos décadas, al punto de elevar un guión cuya lógica rechazó la oferta junto a Will Smith, pero que se reinventa lo suficiente como para nunca dejar de entretener.

Dos décadas después de que el presidente Whitmore inspirara al mundo entero con un discurso para los libros de cine y la humanidad adoptase la tecnología de los derrotados extraterrestres, nuestros amigos vuelven a visitarnos con planes de venganza. No es para menos, considerando la facilidad con la que Randy Quaid les estropeó los planes de destrucción total de la humanidad. La trama principal de esta secuela es simple: los extraterrestres están de regreso mejor preparados que la primera vez. En esta ocasión, la reina lidera un batallón concentrado en una sola nave lo suficientemente grande como para cubrir estratégicamente sus puntos de ataque. Como bien dice el “tagline” de la película: la humanidad tuvo 20 años para prepararse para otro ataque, pero ellos también.

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Emmerich, un experto conductor de destrucción a gran escala, se apoya en gran parte de la nostalgia que moverá las masas hacia las salas de cine durante el fin de semana de estreno y re introduce algunos de los personajes principales de la película original, con la excepción del Capitán Steven Hiller. Es su hijo, Dylan Hiller (Jessie T. Usher), quien toma su lugar de rol protagónico, el cual comparte con Jake Morrison (Liam Hemsworth), un piloto estadounidense que sirve para la ESD (Earth Space Defense) en la luna.

La excelente Maika Monroe de “It Follows” completa el trío principal de nuevas caras como Patricia Whitmore, hija del ex-presidente, quien apenas tenía apenas 6 años la última vez que la vimos. Y si su cara te es difícil de reconocer, se debe a la extraña pero poco sorprendente decisión de reemplazar a la actriz original, Mae Whitman. El guión de RESURGENCE – desarrollado entre cinco personas – hace el intento de desarrollar ese trío de amigos alrededor de un drama que se resuelve con la misma rapidez con la que fue introducido. Pero no importa, pues nadie se estará colocando las gafas 3D para disfrutar de discusiones intensas con insultos que traspasen la pantalla de cine y los hieran a ellos. Aún así, nunca está demás un poco de trasfondo para sentir alguna conexión con un grupo de personas que están a punto de arriesgar sus vidas por el resto de la humanidad.

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Esta es exactamente una de las primeras señales de problema que se manifiesta en RESURGENCE. A diferencia de su predecesora, la cual se toma su tiempo en construir la tensión y sus personajes – aunque la mayoría unidimensionales – , esta secuela rimbombante no pierde tiempo y se mueve a una sola velocidad: rápido. Jeff Goldblum y Bill Pullman también están de vuelta como David Leninson y el presidente Whitmore, quienes arrojan sombra sobre los nuevos personajes con puro elemento nostálgico. Ninguno de estos nuevos personajes aportan líneas repetibles como “Welcome to earth” o el famoso discurso del Día de la Independencia, muchos menos catapultarán carreras, pero al menos cumplen con el propósito de mover la historia sin perder a la audiencia. Aquí entra, por obra y gracias del espíritu santo, el Dr. Brakish Okun (Brent Spiner), cuya presencia en la publicidad ya había confundido a quienes lo daban por muerto. Su rol en la película va de lo absurdo a lo sublime, con un “storyline” que desafía la lógica mientras ayuda a establecer un tono que solo se había asomado en la primera película, pero que con el pasar del tiempo se ha vuelto necesario en historias que se alejan abismalmente de la realidad.

El plato fuerte de estas películas son sus visuales, los cuales en manos de un director como Roland Emmerich al menos prometen no decepcionar, y con suerte, hasta innovar. Inclinándose más hacia la primera que a la segunda, la película no hace nada que no hayamos visto antes, pero lo hace con la maestría que se puede esperar del director de películas como ‘The Day After Tomorrow”  y “2012”.  Lejos de ser propuestas perfectas, juntas funcionan como un excelente “demo reel” para un director tan primordialmente visual como Emmerich.

INDEPENDENCE DAY: RESURGENCE no es una película sobre desastres, comparada con su predecesora. Más bien, la película funciona mejor como un sci-fi pues introduce elementos del género que uno esperaría en la nueva secuela de “Stargate”. La presencia de estos elementos comienzan a establecer en nuestras mentes la idea de expansión de esta franquicia, la cual finalmente hace la promesa de trascender el patriotismo americano de un director alemán (si esto hace algún sentido) y su afán de destruir los “landmarks” más reconocidos del planeta Tierra.