Pocas secuelas se han sentido tan necesarias y justificables como JOHN WICK: CHAPTER 2, la continuación de una de las sorpresas más agradables y uno de los éxitos más improbables del 2014. En una época en que todos los estudios de cine apostarían todo a la posibilidad de una franquicia exitosa -optando incluso en su desespero por revivir populares series de otras décadas- Lionsgate se lleva el premio mayor con esta explosiva y elegante secuela que expende el inframundo de asesinos a sueldo al que fuimos introducidos en la primera película.
La secuela, reconociendo los elementos que elevaron la primera película a estándares que nadie se hubiese imaginado, triplica la acción, el estilo y mantiene en una necesaria constante la chingonería -en el sentido mexicano y por falta de una traducción puertorriqueña de “badassery”- del personaje principal, quien se termina de establecer como una fuerza imparable que solo quiere disfrutar su retiro en paz.
La secuela se desarrolla poco tiempo después de la original, con John Wick aún en busca de su preciado automóvil. La introducción, una espectacular secuencia de acción que arranca con una persecución en automóvil, establece el tono de la película, el cual no se desvía de la original ni por un segundo. Para quien necesite un breve resumen de los eventos de la primera -ausente de esta nueva entrega- la trama gira en torno a Wick, un retirado asesino a sueldo que acaba de perder a su esposa a causa del cáncer. En medio del duelo, Wick es forzado a salir del retiro cuando el descuidado hijo de un magnate decide robarle el carro y matar a su animal de compañía, el último regalo en vida de su esposa. Sus acciones irresponsables, reconocidas así por cada uno de los miembros más influyentes y poderosos de este mundo, incluyendo su padre, desencadenan un extravagante conteo de cuerpos y balas en el que ni siquiera se salva el empleado de la boletería.
En la secuela, Wick debe enfrentar las consecuencias de su regreso al negocio sin previo aviso. Un inquebrantable pacto de honor, uno de los conceptos que sostienen y mantienen el orden en esta sociedad pseudo secreta, fuerza a Wick a un regreso oficial y la misión más difícil de su carrera, o de lo poco que se nos ha dicho de ella. Bajo las órdenes del italiano Santino (Riccardo Scamarcio), Wick debe viajar a Roma para la eliminación de una importante figura. “Dime que no estás aquí por el Santo Papa”, pregunta el concierge del hotel Continental en Italia, para que no olvidemos que se trata del más despiadado asesino del mundo.
Poco a nada ha cambiado para la secuela, en la que Chad Stahelski toma las riendas de director por su cuenta, tras la partida de su compañero, David Leitch. Veterano en la coreografía de acción con experiencia en películas como “The Matrix” y “V for Vendetta”, Stahelski deja que la acción cuente la historia y limita a su protagonista a combinaciones de dos o tres palabras a la vez. La presencia de Stahelski garantiza que la acción, al igual que la primera, será una celebración de los tiempos de gloria y pre-CGI del género.
En la perfección del lenguaje corporal, pocos lo habrían hecho mejor que Keanu Reeves. El actor de 52 años retoma el rol de asesino consciente de que lo único que se le requiere es comunicar “one liners” mientras interpreta una danza violenta, pistola en mano, sin chispa de piedad. La actriz y modelo, Ruby Rose, quien poco a poco intenta establecerse como estrella de acción, se acerca a consumar esta transición como Ares, una guardaespaldas muda que se niega a pasar por esta franquicia por desapercibida. Su presencia y peculiar estilo encajan perfectamente en una película que se esmera en que sus personajes nunca luzcan fuera de lugar.
En todas direcciones, Stahelski ha creado la posibilidad continuar la historia de John Wick, mientras introduce nuevos personajes que eventualmente podrían cargar una historia por sí solos. Uno de ellos a cargo de rapero Common, y la más grande amenaza que ha enfrentado Wick hasta ahora. Sus encuentros, carentes de dobles de acción, proveen el humor y acción genuina y emocionante que caracterizaron la primera película y hacen de esta segunda entrega una digna continuación.