El Universo Cinemático de Marvel da inicio a una inesperada renovación con la llegada de Spider-Man: Homecoming, filme que trae el personaje de regreso a casa, como efectivamente alude el título. Sin embargo, esto no es lo único que traer consigo la película. Homecoming, del director Jon Watts (Cop Car), brinda un satisfactorio balance entre la acción que ya esperamos de este tipo de películas y un refrescante tono autorreferencial que solo Ant-Man había trabajado anteriormente. Además, la película evita la repetitiva historia de origen y se enfoca en los elementos que la diferencian del resto de las películas del MCU, sentando precedente para lo que debe ser el futuro de este universo compartido. Más que una película de superhéroes, Spider-Man: Homecoming es una historia de madurez que canaliza el cine de John Hughes de la década de los ochenta como The Breakfast Club y Sixteen Candles.
Spider-Man: Homecoming no pierde tiempo explorando la historia de origen que ya hemos visto dos veces en la pantalla grande y otra decena entre televisión y los cómics. Cuando la película arranca, ya hemos visto a Spider-Man luchar junto a los Avengers en Captain America: Civil War. En lugar, el guión de Jonathan Goldstein y John Francis Daley se enfoca en las preocupaciones de adolescente de Peter Parker, un joven destacado en la escuela que lucha con la ansiedad de mantener su alter-ego en secreto, esperar por la próxima misión de los Avengers, y por último, pero no menos importante, encontrar la valentía para invitar a su “crush” al baile de bienvenida.
Peter Parker, interpretado por Tom Holland con gran respeto por el material, es como cualquier otro joven de 15 años que atraviesa cambios drásticos en su cuerpo y desarrolla nuevas habilidades. Todos hemos estado en su posición, y refrescantemente, la película juega con los impulsos de un adolescente que cree tenerlo todo descifrado. Aquí entra Tony Stark, mentor y figura paterna de Peter. Ante la ausencia del tío Ben por razones obvias, Peter ven en el multimillonario los obstáculos entre él y completar su transición a superhéroe. Impaciente, como todo adolescente, Peter espera por las próximas órdenes de Happy Hogan (Jon Favreau), conductor y asistente de Stark.
Cuando las instrucciones o detalles de la próxima misión de los Avengers no llegan, Peter decide enfrentar por sí mismo una nueva amenaza en Queens, Nueva York. Se trata de Vulture, un supervillano que nace -literalmente- de los remanentes del enfrentamiento de los Avengers en la primera película. Utilizando tecnología extraterrestre, Adrian Toomes (Michael Keaton) y sus secuaces -antiguos empleados de su compañía de recogido de escombros- embarcan en un nuevo negocio: el tráfico de armas que, en las manos erróneas, podrían causar la destrucción de la ciudad. Pero no si El Hombre Araña lo puede impedir, con o sin la bendición de su mentor y líder de los Avengers.
El tío Ben no es el único elemento clásico del Hombre Araña que está ausente de esta película, pero no porque los guionistas, director o productores hayan querido obviarlos. Son las circunstancias que no pueden controlar -producto de dos intentos de llevar al personaje a la pantalla grande- las que han forzado a Spider-Man: Homecoming a cruzar un camino menos familiar. “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” es una de esas emblemáticas frases y enseñanzas que se han perdido por la urgencia de un estudio que habría perdido los derechos del personaje de no haber intentado por segunda vez con The Amazing Spider-Man y su secuela, filmes menos enfocados que que sus predecesores y el que ahora estrena en los cines de Puerto Rico. También ausente está el suspenso de Peter tener que esconderle su secreto más grande a sus amigos más cercanos. Como la publicidad ya había revelado, Ned (Jacob Batalon) -mejor amigo de Peter- descubre su segunda identidad temprano en la película en una secuencia que depende del excelente ritmo para la comedia de Batalon.
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