Eddie Murphy hace un regreso triunfal con “Dolemite is My Name”, un homenaje al “blaxplotation” que también funciona como un filme sobre forjar tu propia estrella en Hollywood.

Ed Wood hizo malas películas. Tommy Wiseau hizo, probablemente, la peor película de todos los tiempos. Sin embargo, antes de “Room” vino “Dolemite”, una creación tan descabellada y desenfocada, que, por razones divinas que sólo el cine entiende, se convirtió en un clásico de culto que recaudó millones e inspiró secuelas. La película, basada en un personaje creado por Rudy Ray Moore -figura central de esta historia- encontró una audiencia en comunidades negras que estaban ansiosas de verse en la pantalla grande todas las semanas. Esto dio paso a películas en la línea de “Cleopatra Jones” y “Blacula”, así como la trilogía de Dolemite, la cual Murphy utiliza en esta propuesta como vehículo para contar una historia universal.

Mientras que “The Disaster Artist” se puede describir como una película sobre una peculiar amistad fortalecida en el detrás de cámaras de la peor película de todos los tiempos, “Dolemite is My Name” es una carta de amor a todos aquellos “perdedores” que no se dan por vencido en la búsqueda de su voz. Entra Rudy Ray Moore, a quién Eddie Murphy trae de vuelta a la vida con la autoridad de un comediante que viene a decirnos que nunca se fue. Cuando primero vemos a Moore, se balancea entre un trabajo de cajero en una tienda de discos y como presentador de un club. Con cinco minutos en el escenario previo a presentar la casa de la banda, Rudy intenta venderse ante una audiencia que lo ha rechazado a él y a su música durante años. 

Su suerte cambia cuando introduce a Dolemite, un personaje inspirado en las historias que escuchó de un vagabundo, quién también es uno de esos personajes con más relatos que la biblia, que aunque no tienen nada, parecen haberlo vivido todo. En poco tiempo, Dolemite se da a conocer como la nueva sensación de la comedia explícita y vulgar, distribuyendo sus propios álbumes de comedia y presentándose frente a audiencias que ahora lo celebran. Sin embargo, Rudy siempre quiso más, y no está ni cerca de conformarse con la limitada fama que le ha traído su nueva vertical. Interesado en llevar este personaje al cine, Rudy se introduce en otra industria, igual de despiadada que la anterior: el cine. 

Aquí, la película se convierte en un divertido vistazo detrás de cámaras de una atropellada y completamente desenfocada producción cinematográfica. Parecido a Wiseau, quien nunca estuvo consciente de lo que estaba haciendo, la película que ha escrito Rudy con ayuda del dramaturgo Jerry Jones (Keegan-Michael Key) carece por completo de dirección – Wesley Snipes se roba cada escena como el egocéntrico actor de segunda en su debut directorial-, pero lo que no tiene en sentido, lo lleva en corazón.

Donde se diferencia de Ed Wood y Wiseau, es en el descubrimiento de una voz y el reconocimiento que viene con ellos. Es el equivalente setentoso de acogerse al meme, y los guionistas Scott Alexander y Larry Karaszewski -guionistas de. “Ed Wood”-  se encargan de adaptar esta historia con suficientes elementos universales para que logre trascender la época de los setenta y ajustarse al cine contemporáneo y algunas de las deficiencias actuales de la industria, entre ellas la carencia de representación de todos los colores, todas las formas y todos los gustos. 

Producida por Netflix, “Dolemite is My Name” oficializa el regreso de uno de los grandes de la comedia, y no existe mejor vehículo para ello que uno que quiere celebrar a aquellos que, igual que Murphy, encontraron su voz y lucharon por siempre presentarla bajo sus propios términos.

“Dolemite is My Name” tuvo su estreno en el Festival Internacional de Cine De Toronto y llegará a Netflix el 4 de octubre.

"Dolemite is My Name" marca el regreso de Eddie Murphy
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