Casi ocho años después de su debut como director, el inglés Joe Cornish (Attack the Block) regresa con The Kid Who Would be King, una encantadora propuesta familiar que en lugar de reinventar la rueda, o en este caso, la leyenda, la re-cuenta con un toque moderno lo suficientemente marcado para audiencias jóvenes, pero lo suficientemente ligero para el disfrute de los adultos y conocedores de esta historia.
La modernización de cuentos y leyendas como la del Rey Arturo no son nada nuevo en el cine, y en su momento hasta disfrutaron de un pasajero interés por parte de audiencias que, para su infortunio, ha ido desvaneciendo rápidamente. En la espera de algo diferente llega The Kid Who Would be King, un adorable filme familiar que da un peculiar giro a la leyenda arturiana. En esta ocasión, es un niño de 12 años llamado Alex (Louis Ashbourne Serkis) quien es elegido para empuñar la espada Excálibur, no porque sea un derecho por herencia o de nacimiento, sino por valentía, liderazgo e intenciones puras.
Alex no piensa mucho de sí mismo, pero tampoco lo piensa dos veces antes de defender a su amigo Bedders (Dean Chaumoo) del constante acoso de Lance (Tom Taylor) y Kaye (Rhianna Dorris), dos “bullies” de su escuela que acechan al par de amigos diariamente. Su lealtad tampoco le permite derramar la entera culpa a sus acosadores. Alex tampoco conoce mucho sobre su padre, quien se separó de su madre antes de que naciera. En huída para no recibir una golpiza por parte de Lance y Kaye, Alex encuentra la mítica espada, y como si hubiera nacido para hacerlo, la remueve de una columna de cemento en lo que parece ser una construcción sin terminar.
Poco a poco, Alex comienza a descubrir que el destino de Bretaña podría estar sus manos y las de un improbable grupo de amigos. Los caballeros -y una dama- de la mesa redonda embarcan en una emocionante aventura en busca de respuestas, en la que enfrentan un ejército de muertos vivientes a caballo y entrenan con el mago Merlín, interpretado en su versión joven por el eléctrico Angus Imrie y en su forma original por Sir Patrick Stewart (Logan).
Similar a Attack the Block, uno de los mayores logros de The Kid Who Would be King es de la manera orgánica en que la historia coloca a un diverso grupo de chicos -comunes y corrientes- en situaciones extraordinarias. En la superficie, no hay nada especial sobre este grupo de preadolescentes que los cualifique para una mágica aventuras de proporciones épicas. Pero con un elenco principal muy cerca de la perfección, la improbable hazaña se convierte en realidad.
Louis Ashbourne Serkis, hijo de Andy Serkis (War for the Planet of the Apes), interpreta al tipo de héroe que inspira comparaciones con Luke Skywalker y Marty McFly. Su arco lo lleva de ser un “nadie” a encontrar la motivación y valentía dentro de él para completar la peligrosa misión. Serkis logra vender cada una de sus etapas a lo largo de la historia con la facilidad de un veterano actor. Sin embargo, es Angus Imrie como Merlín quien se roba la película con el tipo de comedia física que nunca se siente infantil, mucho menos aburrida o repetitiva, incluso cuando en ocasiones depende de la repetición de movimientos para crear algún tipo de hechizo.
Con dos horas de duración, el principal reto de la película es mantener la atención de ambos, niños y adultos. Para el tercer acto, la plétora de enseñanzas y humor arturiano podrían ser insuficientes para mantener la atención de los más pequeños, sin embargo, hay algo para todas las edades en The Kid Who Would Be King, cuya historia se adapta impecablemente a conflictos de la actualidad sin caer necesariamente en el discurso político que habría terminado de ahuyentar a los chiquillos. Tampoco ayuda una extraña pero limitada actuación de la excelente Rebecca Ferguson como la villana Morgana, la peligrosa hechicera y media hermana del Rey Arturo.
El código de los caballeros continúa vigente en una historia modernizada cuya mayor enseñanza propone que no hace faltar salvar el mundo para cambiarlo, pero por algún lugar hay que empezar. The Kid Who Would be King tampoco viene a cambiar el cine para siempre, pero sí a sembrar un poco de esperanza, y para la audiencia a la que está dirigida, esto debería ser suficiente.