Reseña: 10 Cloverfield Lane

“10 Cloverfield  Lane” no es una secuela de “Cloverfield”, el filme de terror y destrucción del 2008, producido también por Bad Robot del cineasta J. J. Abrams. En lugar de una secuela directa, el director Dan Trachtenberg y sus guionistas han trabajado un filme de misterio que podría vivir cómodamente en ese mismo universo -pero por el momento llamémosle franquicia- pues todo indica a que los planes de este equipo creativo es crear una nueva franquicia episódica, similar a lo que fue la serie de televisión, “The Twilight Zone”. Como un nuevo capítulo en una serie antológica, “10 Cloverfield Lane” cae como anillo al dedo, considerando que ambas comparten un tono similar, aún cuando se diferencian en estilo. Como un filme de misterio que puede vivir por sí solo, “10 Cloverfield  Lane” es un espectacular ejercicio en tensión que va en aumento hasta que estalla de maneras que nunca te habrías imaginado, abandonando el suspenso que impera en los primeros dos actos por un tono dirigido a un público que irá al cine en busca de un típico filme de acción y terror hollywoodense.

La historia de “10 Cloverfield Lane” sigue a Michelle (Mary Elizabeth Winstead) mientras huye de un misterio. En el momento en que sufre un aparatoso accidente automovilístico, sólo sabemos que es o aspira a ser diseñadora de modas y que ha roto con su novio Ben, a quien escuchamos brevemente en el teléfono. La próxima vez que abre sus ojos, Michelle está encadenada a un matre en el suelo dentro de un cuarto sin ventilación, pero pronto descubre que comparte un refugio subterráneo con dos hombres. Emmet, personificado por John Gallagher Jr., es un hombre cuyas razones para estar en el refugio sólo inspiran desconfianza. Howard (John Goodman), el hombre que la puso allí, asegura que la ha salvado la vida y que el aire de afuera ha sido contaminado tras un ataque biológico o nuclear. El problema es que Howard, quien somete a sus inquilinos a un set de reglas estrictas, aparenta estar loco de remate.cloverfield_web4Durante sus primeros dos actos, la película del director primerizo, Dan Trachtenberg (Portal: No Escape) se desarrolla con la tensión y estilo de los clásicos de Alfred Hitchcock, la claustrofobia que caracterizó el clásico de culto que es “Cloverfield”,  la distintiva dirección de un director con una visión clara y un guión inteligente que ata cabos mientras presenta nuevas incógnitas que alimentan el suspenso, desarrollan personajes y te balancea entre dos posibilidades: Howard podría estar loco, o podría tener la razón. Todo esto, visto desde la perspectiva de Michelle, cuya confianza en este posible villano o salvador se mantiene cambiante mientras su intuición la coloca en medio de nuevas pistas que la acercan a la verdad, también desconocida para el público.

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John Goodman podrá ser uno de los actores más dulces y amables de Hollywood, pero todo rastro de su personalidad desaparece en lo que podemos llamar la primera gran actuación del año, digna de reconocimientos de esos que descolocan todos los años en enero y febrero. Como Howard, un “conspiracionista” y veterano del ejército que dedicó gran parte de su vida a construir este refugio subterráneo, el actor de 63 años adopta la presencia intimidante de Kathy Bates en “Misery”, pero mucho más distanciado de la psicopatía que lo habría convertido en una caricatura de Wilkes y otros villanos similares. Esta distancia, cuyo crédito también se debe colocar en el guión y la dirección, provee espacio para cierta amabilidad y dulzura que confunden tanto a Michelle como al espectador.

Michelle ( una estupenda mary Elizabeth Winstead) carga con el mayor peso de uno de los temas más recurrentes: huirle a tus problemas cuando se te hace difícil  enfrentarlos. Cuando primeros la vemos, está huyendo de un problema personal que nunca se esclarece -hacerlo habría sido irrelevante-,  pero cuando su arco se ha completado, Michelle hace exactamente lo contrario a lo que la llevó a ese lugar. En el intento de completar este arco es que la historia se desvía en su tercer acto, abandonando el tono de suspenso por una secuencia de acción que llega por sorpresa y no provee tiempo para asimilar lo que está pasando y superar el shock. Cuando todo ha terminado, la impresión de haber visto dos películas en una sola tanda es difícil de sacudir. Tampoco se trata de un problema grave que cancele la maestría con la que se trabajan la primera hora y media de la película, ambientada por Bear McCreary y una escalofriante banda sonora que acentúa el verdadero horror de la película.