Dicen que la tercera es la vencida, y la más reciente catástrofe de los hermanos Andy y Lana Wachowski es tan monumental que podría ser la última vez que veamos el logo de Warner Bros. antes de una de sus películas. Desde Speed Racer en el 2008, los creadores de The Matrix ni tan siquiera han logrado igualar el presupuesto de sus películas en ganancias, y tampoco han igualado la aceptación unánime que tuvo su segunda película en el 1999.
Todos recordamos The Matrix. De hecho, hasta podríamos referirnos como el cine después de The Matrix a películas de acción y ciencia ficción que muestran una evidente influencia. Lamentablemente, su más reciente propuesta en el género del sci-fi, Jupiter Ascending, presenta una trama intrincante y personajes vacíos con los que resulta imposible establecer una conexión.
Hay cierto disfrute en ver una producción gigantesca como esta caer por un precipicio que parece no tener fondo, y es que hay una diferencia entre una mala película con cero ambiciones y una película que costó casi $200 millones de dólares y tuvo su origen en la mente de dos aclamados cineastas. Podrá sonar algo cruel, pero cuando hablo de disfrute me refiero a un tipo de diversión que solo se obtiene de un “guilty pleasure”. Una película que ni tan siquiera hace el intento, simplemente se descarta, pues usualmente es muy poco a lo que inspira a críticos de cine o escritores. Sin embargo, cuando un proyecto tan ambicioso se convierte en un desacierto de proporciones épicas, no puedes simplemente echarlo hacia a un lado.
Este último es el caso de Jupiter Ascending, una película tan espectacularmente mala que no puedes evitar sonreír durante sus dos horas de duración. Este filme lo hace todo tan mal, que verla desenvolverse dentro de su propia irracionalidad es una experiencia que vale el costo de admisión. Líneas como “las abejas están genéticamente predispuestas a reconocer la realeza” son sólo el comienzo de una jornada de desaciertos que te harán querer revisitar The Matrix, sólo para ver cuán bien ha envejecido.
La trama de Jupiter Ascending parece tomada prestada de una telenovela. La familia Abrasax cuenta con tres herederos; Balem (Eddie Redmayne), Titus (Douglas Booth) y Kalique (Tuppence Middleton). Cuando aparece en el planeta Tierra una posible recurrencia de su madre, la reina, los tres hermanos ponen en marcha sus agendas personales para hacerse dueños de la Tierra; planeta que Balem había heredado, codiciado también por su hermanos por su gran valor. Cuando Titus contrata a un guerrero genéticamente alterado (Channing Tatum) para ser escoltada a su planeta, su hermano Balem ordena matarla antes de que pueda llegar a él, echando a perder sus planes de arrebatarle el planeta Tierra de sus manos.
La primera escena de acción promete algo que nunca se cumple: una clásica ópera espacial llena de acción y humor “campy”. Un personaje asiático que maneja un tipo de motocicleta voladora es exactamente lo que uno espera de la mente de los directores de Speed Racer, pero rápidamente pasa a segundo plano hasta que eventualmente desaparece, tal vez para su propio bien.
El trato que reciben el resto de los personajes es mucho más frustrante. Ni tan siquiera los personajes principales reciben el arco necesario de todo personaje principal. Jupiter Jones (Mila Kunis), hija de un aficionado de las estrellas – milagros para él – se dedica a limpiar baños hasta que se entera de que podría ser la dueña del planeta Tierra, y así se mantiene durante dos horas de películas, en las que nunca logra trascender el estatus de damisela en peligro. Es un poco irónico cuando se trata de la persona que posee los genes de la líder de una de las familias más importantes del universo. Jupiter Jones es el completo opuesto a una líder. De hecho, de nos ser por la presencia de Caine, la nueva reina de los Abrasax no habría sobrevivido los primeros diez minutos de la película.
Afortunadamente para ella, Caine Wise posee las habilidades necesarias para llevarla sana y salva a su destino. Desafortunadamente para nosotros, eso significa que los Wachowski tienen cómo forzar un romance alrededor de una pareja que tiene sólo un poco más de química que un perro y un gato.
Al menos Channing Tatum logra que patinar en el aire no se vea tan tonto como suena, pero tras dos horas de escenas de acción confusas y repetitivas, querrás de pare de hacerlo.
Es Eddie Redmayne como el villano Balem quien se roba cada escena en que aparece, pero por las razones que nunca pudiste haber imaginado. Susurrando todo el tiempo, Redmayne nos deleita una de las actuaciones más “over the top” y cómicas que verás todo el año. Si creías que su Óscar por The Theory of Everything estaba asegurado, te invito a leer sobre una situación similar que vivió el comediante Eddie Murphy cuando casi gana un Óscar por Dreamgirls, semanas después del estreno de Norbit.
Para los hermanos Wachowski no existe el límite, y cuando fracasan, lo hacen de manera espectacular y con estilo, asegurando al menos que tus pupilas salgan satisfechas. Los impresionantes visuales y temas recurrentes como la reencarnación y la vastedad de nuestro universo evitan, por ahora, el inminente desvínculo de los Wachowski de aquellos cineastas que hace 15 años nos obsequiaron The Matrix.