JURASSIC WORLD ruge más fuerte que las otras secuelas

Por Orlando Maldonado


Reflexionar sobre Jurassic World sin compararla con la original y sus secuelas es humanamente imposible para alguien que creció con la franquicia; mucho más difícil cuando el director Colin Trevorrow hace todo lo posible por referenciar a “Jurassic Park”, ya sea en forma de homenaje o en algo más cercano a la imitación. No lo culpo. El filme de Steven Spielberg es uno de los más importantes en la historia del cine y para cineastas relativamente jóvenes como él, es probablemente una de las razones por las que decidieron aportar al séptimo arte.

Por tal razón, encuentro necesario e inevitable entrar en comparaciones cuando se hable de “Jurassic World”, la primera entrega de la franquicia en catorce años y una digna secuela directa a la primera película aún cuando funciona mejor como una entretenida película de verano que como un filme que invita a su público a reflexionar sobre un delicado tema principal que se pierde entre los efectos visuales y los tramas secundarios.

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“Jurassic World” se desarrolla dos décadas después de la primera película, donde el sueño de John Hammond de crear un parque de dinosaurios completamente funcional ya es un hecho gracias al empresario Simon Masrani y dirigido por Claire Dearing, personificada Bryce Dallas Howard en lo que debe ser su mejor actuación desde el drama “The Help”. Reconociendo que 20 años después los visitantes son mucho más difíciles de impresionar, los científicos de “Jurassic World” crean un dinosaurio híbrido, parte Tiranosaurio Rex y parte “secreto” que, para beneficio del guión, escapa de su cautiverio y causa caos en un parque con más de 20 mil visitantes sin lugar a donde ir. Owen Grady (Chris Pratt), un ex navy y ahora entrenador de Velociraptors que obedecen sus órdenes, es la única esperanza para capturar al Indominus Rex, un monstruo más inteligente de lo que habían podido predecir en el laboratorio. Como Owen, Pratt elimina toda duda restante de que es una estrella de cine. Su personaje es llano y trillado, pero la carisma de Pratt se transfiere a el personaje como un virus del que el actor no ha podido – y me pregunto si alguna vez podrá – liberarse.

Si hay algo que esta película hace también como la original es la construcción de este mundo y hacerlo creíble. “Jurassic World” se siente como el parque de diversiones que John Hammond nunca pudo terminar. La atención al detalle, donde residen la mayoría de las referencias a la primera película, es algo digno de admirar. Trevorrow y los guionistas se concentran durante los primeros minutos de la película en el desarrollo tanto del parque y sus atracciones como de los personajes principales, algo muy necesario cuando estás a punto de poner sus vidas en peligro. La detallada introducción del enorme y aterrador Mosasaurus, un dinosaurio tipo ballena que ataca todo lo que esté en el agua o cerca, incluyendo miembros de su propia especie, hace que el momento en que uno de los visitantes del parque cae en el agua en medio del caos sea uno de los más estremecedores del filme.

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Con los personajes principales llega el primer problema de la películas, y es que todos son reducidos a caricaturas. Owen y Claire combaten una obvia atracción mutua que, por alguna razón que probablemente se le adjudique al personaje femenino, nunca inspiró una segunda cita. Claire es tan rígida como un árbol mientras que Owen es tan cool como el actor que lo personifica. Tan rígidos y poco agradables como su tía Claire son Gray (Ty Simpkins) y Zach (Nick Robinson), los dos niños de la película y completos opuestos a Tim y Lex de “Jurassic Park”, quienes también estaban relacionados a una de las personas más importantes del parque.

De esa y otras maneras Colin Trevorrow emula a la primera película, rebasando en varias ocasiones la línea que separa el homenaje de la imitación. Sin embargo, cuando lo sabe hacer, logra dar justo en la nostalgia para meternos de nuevo en la película, una aventura de dos horas que en pocas ocasiones cae en la monotonía y constantemente se supera a sí misma con secuencias de acción más emocionantes que la anterior. Sorprende que para el director del drama independiente “Safety Not Guaranteed” la acción sea prioridad, pero más sorprende la excelencia con que las trabaja a pesar de estar saturadas de efectos computarizados que reemplaza la animatrónica que hizo de “Jurassic Park” una película muy especial.

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Las comparaciones nos llevan a uno de los más grandes fallos de la película. A pesar de que intenta pasar como auto consciente de lo que representa, la realidad es que “Jurassic World”, al igual que el Indominus Rex, fue confeccionada para un público muy difícil de impresionar con efectos visuales solamente, pero lamentablemente se queda corta. Aunque aquí los efectos complementan una historia competente en sus puntos más altos, nunca podrán compararse con el sentimiento detonado por un efecto práctico que lo hacía todo mucho más real y emocionante.

Pero tal vez no se trate todo el tiempo de insertar ese sentimiento de asombro en la audiencia o de cambiar el cine para siempre. “Jurassic World” trabaja ideas originales, unas ingeniosas y otras que resultan risibles, pero la película no viene a cambiar el cine para siempre ni a influenciar a la próxima generación de cineastas. Su propósito, como buen “blockbuster” veraniego, es entretener mientras muestra respeto por la película que lo empezó todo, y eso no se le puede quitar.

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