Desde su primera película, Amores Perros, pero más prominente desde la separación de su antiguo colaborador, el guionista Guillermo Arriaga, el cine del mexicano Alejandro González Iñárritu ha tomado un giro que cada vez se aleja más de uno de los propósitos universales del cine: contar una buena historia. Desde la insufrible “Biutiful” hasta “The Revenant”, la acción de ir al cine a ver una película de este director se ha visto impulsada por la reportada dificultad de una producción ambiciosa y problemática, en lugar de utilizar como gancho los elementos que como audiencia vamos a poder identificar fácilmente.
Durante meses, se nos ha recordado una y otra vez cuán difícil fue filmar este ambicioso proyecto, y hasta se ha comparado a Iñárritu con el maestro Stanley Kubrick por su constante búsqueda de la perfección, sin importar las condiciones extremas a las que estén expuestas sus actores y el resto del equipo de producción. La diferencia entre Kubrick e Iñárritu, cuya comparación solo sirve para alimentar el ego de un director que ya vuela muy alto para ser alcanzado, es que los filmes de Kubrick dictaron cuán importante fue este director, no al revés.Con “The Revenant”, filme que finalmente llega a los cines de Puerto Rico con el peso de 12 nominaciones al premio Oscar, Iñárritu vuelve a dejarnos saber que él sigue siendo la pieza más importante de sus producciones, pero más que antes, se hace a un lado para abrir paso a las verdaderas estrellas de esta película: la impresionante cinematografía de Emmanuel “Chivo” Lubezki y una actuación principal con la que Leonardo DiCaprio, protagonista de la película, se comunica por medio de lenguaje corporal para transmitir emociones puras y convincentes.
La película se desarrolla en el 1820 y su historia gira en torno a Hugh Glass (DiCaprio), un explorador que es abandonado a su muerte tras el ataque de un oso -uno de los momentos más memorables de la película- y el cruel asesinato de su hijo. Cuando despierta, Glass decide embarcar en la búsqueda del hombre responsable, personificado por Tom Hardy en otro rol que le da permiso para balbucear la película entera sin que se le entienda una palabra (véase Bronson). Esta historia de venganza se desarrolla en medio de una batalla entre exploradores e Indios que andan en busca de la hija desaparecida del jefe de la tribu. La película abre en medio de esta batalla, con una secuencia impresionante donde el protagonista es la cámara de Lubezki, la cual se pasea entre una matanza que muestra la timidez de Iñárritu a la hora de sumergirse en la violencia. Es como si Spielberg nunca se hubiera atrevido a mostrar la sangrienta realidad de D-Day en la secuencia más impactante de “Saving Private Ryan”. De aquí en adelante, “The Revenant” se simplifica a la anticipación del próximo tiro innovador de Lubezki o el próximo gran sacrificio de DiCaprio, quien comió hígado de bisonte crudo y durmió dentro de un animal muerto, o al menos así lo aseguran decenas de titulares que han impulsado a la película a ser reconocida durante la temporada de premiaciones. Fuera de estas hazañas que sólo demuestran el compromiso del protagonista, la actuación de DiCaprio sigue siendo lo mejor de esta película, pero no necesariamente por los sacrificios a los que fue expuesto por Iñárritu.
Después de todo, comer hígado crudo en cámara tendrá el mismo efecto en la audiencia que comerse uno de mentira con sabor a uvas si el actor sabe cómo venderlo, y esto es exactamente lo que tiene a DiCaprio en la conversación de los Oscar este año. Al estar solo la mayor parte de este maratón de dos horas y media, el actor debe expresar su dolor, tanto físico como emocional, mediante lenguaje corporal, en su mayoría expresiones que demuestran el alcance de un actor que aún no ha sido reconocido por la Academia. Tal vez no sea la mejor actuación de su carrera, pero sí una de las más complejas del año. En esencia, la historia de Hugh Glass es una de supervivencia y de cómo las circunstancias pueden despojar a una persona de su humanidad, una transición que DiCaprio logra plasmar como todo un maestro a pesar de contar con poco diálogo o narración.
Para la audiencia general, su larga duración y escasez de escenas de acción tan emocionantes como la primera y la secuencia del ataque del oso podrían ser un problema. La realidad es que “The Revenant” es un espectáculo visual para el ojo más exigente, pues no se recuesta de excesivos trucos de computadora o pantalla verde para recrear la sensación de estar viendo un filme de escala épica.