“Victor Frankenstein”, en cines desde el miércoles, 25 de diciembre, es la más reciente actualización de los monstruos clásicos del cine, conocido por muchos como los Monstruos de Universal, pues fue ese estudio quien los trajo al cine en una serie de películas de la década de los veinte en adelante. La más reciente versión del relato de horror de la autora Mary Shelley llega cortesía del estudio 20th Century Fox, el guionista Max Landis (Chronicle) y el director Paul McGuigan (Sherlock).
Este recuento, sin embargo, es uno ligeramente alterado para cumplir con las exigencias de una audiencia que prefiere la fantasía y la acción por encima del horror, o al menos el tipo de horror que intentaba proyectar Mary Shelley cuando escribió su obra maestra. El cambio más grande a la historia original tal vez sea la inclusión de Igor, personificado aquí por el británico Daniel Radcliffe (Harry Potter), personaje que no aparece en la novela de Mary Shelley y que fue introducido a finales de la década del treinta, personificado por el legendario Bela Lugosi. En “ Victor Frankenstein”, el personaje es provisto de un arco y más profundidad que nunca.
La película se desarrolla en el mismo tiempo y espacio que habitan en nuestros recuerdos tras una temprana exposición a diferentes interpretaciones que abarcan todos los medios. Igor, personificado por un Daniel Radcliffe que finalmente ha dejado atrás su días de joven mago, es un jorobado trabajando de payaso en un circo y que vive enamorado de la hermosa trapecista Lorelei (Jessica Brown Findlay) cuando se cruza con el Dr. Victor Frankenstein (James McAvoy) tras un accidente de trapecio que requiere de su ayuda profesional. En ese momento, Frankenstein descubre el verdadero potencial de Igor, quien dedica su tiempo libre a la medicina y es un experto en anatomía. Tras un milagroso escape del circo, Igor acepta la oferta de trabajo del Dr. Frankenstein, el cual incluye crear vida donde nunca hubo y otros procedimientos naturales de un doctor que perdió la cabeza y está muy adelantado a la sociedad a la que pertenece.
“Victor Frankenstein” ofrece varios momentos memorables, pero sin mucho que buscar, el aspecto que mejor funciona en la película es la química entre Radcliffe y McAvoy, quienes parece que llevan trabajando juntos toda la vida. Lo único que estos dos personajes tienen en común es que son hombres con ideas más grandes que ellos mismos. Sus personalidades completamente diferentes crean el contraste necesario entre la aceptado moralmente por una sociedad. Frankenstein representa el avance que suele aterrar a las mentes conservadoras. Igor, aunque lejos de ser una persona conservadora, representa la voz de la razón, y es que crear vida donde nunca existió no parece una buena idea en ninguna cabeza, no importa cuán liberal. El villano principal viene personificado por Andrew Scott (Sherlock, SPECTRE) y al igual que Victor, representa al idealista extremista que hará lo necesario para defender sus ideales. La dinámica entre ambos protagonistas provee el conflicto moral y termina siendo el motor de la película. El problema es que la relación, por no decir amistad, pesa más que todos los temas complejos que repasa superficialmente, nunca con la seriedad necesaria.
La química entre los actores, las escenas de acción y el humor esporádico – el cual funciona en su mayoría – comienzan a perder fuerza durante el tercer acto de la película, en el que la acción se siente forzada y los cambios de la historia original llegan sin explicación. En este punto en la historia, los personajes nunca lograron despojarse de sus características caricaturescas que no hacían daño al principio y el Dr. Frankenstein ha completado su transición a científico loco, en lugar de visionario. Afortunadamente, sólo la audiencia más exigente podrá identificar las partes mantienen unidas estas suturas quirúrgicas similares a las que adornan el cuerpo de la más famosa creación de Victor Frankenstein.