¿Recuerdan cuando el musical Chicago ganó el Óscar a la Mejor Película hace 11 años atrás? Ese parece haber sido el momento cúspide del director Rob Marshall, cuyas próximas propuestas – aunque lejos de ser fracasos – nunca lograron alcanzar los niveles de calidad que vaticinaban aquella excelente producción.
Into the Woods, el más reciente musical de Marshall, es reminiscente de sus mejores momentos durante sus primeros 90 minutos. Desafortunadamente, última media hora se siente como una mala decisión por parte de un equipo que tal vez trató de ser muy fiel a la fuente original, olvidando que no toda obra de teatro se debe adaptar al cine tal y como es.
La historia de Into the Woods es muy fácil de seguir. Una bruja encarnada por la siempre excelente Meryl Streep le exige a un pobre panadero y su esposa que reúnan diferentes artículos pertenecientes a famosos cuentos de hadas para poder invalidar la maldición que les impide tener hijos. La primera hora y treinta minutos se dedica a desarrollar esa simple premisa con canciones pegajosas, excelentes actuaciones y hasta un tono humorístico recurrente que funciona maravillosamente. El intercalo de las diferentes situaciones que se desarrollan a la vez pero que comparten la misma canción es uno de los aspectos más atractivos de la primera parte del filme, la cual sirve como introducción a los personajes.
A pesar de tratarse de un género con un grupo de seguidores bastante específico, este musical tiene algo para todos. Desde un humor satírico y con doble sentido, hasta temas más adultos que evocan de forma indirecta al danés Lars von Trier.
La británica Emily Blunt cierra un año relativamente exitoso con lo que tal vez sea su mejor trabajo hasta la fecha. Aunque siempre la había visto como un talento a punto de explotar, desconocía de su extraordinaria voz. No es fácil medirse ante el talento de una veterana como Meryl Streep y la voz de Anna Kendrick, pero aquí Blunt lo hace ver como pan comido con la ayuda de su contraparte; el también británico y listo para el estrellato, James Corden. Corden es otra bomba de tiempo que hace unos meses atrás impresionó a muchos como el mejor amigo de Keira Knightley en el musical Begin Again.
El resto del elenco, incluyendo un pequeño cameo de Johnny Depp como El Lobo, trae lo mejor de sí a una historia donde todos tienen su oportunidad para brillar. La estadounidense Lilla Crawford tampoco se deja opacar por los veteranos en su debut en la pantalla grande como Caperucita Roja. La actriz de 14 años, famosa por interpretar el papel de Annie en la obra de Broadway, luce como toda una veterana mientras comparte escena con Depp y eventualmente el resto del elenco.
Pero el número musical más memorable está a cargo de Chris Pine y Billy Magnussen como los príncipes de Cenicienta y Rapunzel, respectivamente. En el comiquísimo dueto, los príncipes se cuestionan a sí mismos la mala suerte con sus respectivos intereses amorosos, acentuando el machismo de los dos personajes más ingenuos de una historia donde existe un niño que acepta frijoles “mágicos” como pago por una vaca que su madre le ordenó vender por no menos de cinco libras.
Las actuaciones son la principal constante en Into the Woods, cuyo conflicto se resuelve en los primeros 90 minutos pero decide extenderse unos treinta minutos, donde el desempeño de los actores, la música y el despliegue de efectos prácticos se ven opacados por una trama secundaria que fácilmente podría haber sido la base para una secuela. Esto es lo que sucede cuando quieres ser fiel a tu fuente original. Es normal que una obra de teatro se extienda de esta manera, pero en el cine, donde no hay intermedios y existe un límite de tiempo al que estamos acostumbrados, un epílogo de 30 minutos solo causará desespero a la misma audiencia a la que minutos atrás le dejaste saber que el conflicto estaba resuelto.
No obstante, Into the Woods vale el costo de admisión solo por el talento envuelto, un hermoso diseño de escenografía y efectos prácticos que hacen que historias similares y recientes como Maleficent, Alice in Wonderland y Oz: The Great and Powerful parezcan juegos de video de la pasada generación.