Muy pocas veces en la vida podremos decir que pudimos disfrutar de nuevas propuestas de Robert Zemeckis y Steven Spielberg, dos de los directores más influyentes en la historia del cine, además de ser pioneros de lo que hoy en día conocemos como el blockbuster. Ambos le dieron forma a este tipo de cine en los años setenta y ochenta, y hoy, casi 40 años más tarde, nos continúan llegando sus películas. “Bridge of Spies” será tema de conversación la próxima semana. Por ahora, el foco de luz reposa en Zemeckis y su más reciente aventura, “The Walk”, con la cual demuestra que el blockbuster no tiene por qué ser soso y atontado, mientras da cátedras de cómo sacarle el máximo al formato 3D que usualmente rechazamos por su mediocre utilización en la mayoría de los filmes de alto presupuesto, los cuales sólo buscan añadir un dólar o dos por boleto vendido.
“The Walk” es la historia verídica del funámbulo francés, Philippe Petit (Joseph Gordon-Levitt), quien en el año 1974 realizó la increíble hazaña de caminar la cuerda floja entre las Torres Gemelas en Nueva York. El filme, sin embargo, no se enfoca solamente en la legendaria gesta, sino que también se encarga de proveer trasfondo de Philippe, sus ambiciones, motivaciones y su relación amorosa con Annie (Charlotte Le Bon), a quién Petit describe como su primer cómplice.
Philippe y Annie se conocen en Francia en una de las escenas más genuinas de la película, en el cual Petit invade la plaza donde ella se dedica a cantar por limosna para entretener con su repertorio de trucos de malabarismo y funambulismo a alturas menos peligrosas. A ellos se unen el fotógrafo Jean-Louis (Clément Sibony), su segundo cómplice y su mentor Papa Rudy, personificado por Ben Kingsley. Cuando finalmente llegan a Nueva York, su equipo se completa con personajes que juran lealtad a Philippe y proveen la mayoría del humor de la película.
Algunas de las decisiones más cuestionables del guión de Zemeckis y Christopher Browne residen en la primera mitad del filme, en la que somos introducidos a Philippe, quien ha decidido narrar los eventos desde la antorcha de la Estatua de la Libertad, con el World Trade Center de fondo. La narración, sin olvidar el extraño acento de Gordon-Levitt, podrían tener el efecto opuesto y sacarte de la historia en los primeros dos actos. Inteligentemente, Zemeckis abandona este estilo en intenso tercer acto de la película, cuyo tono evoluciona al de una película de robo y más tarde al de un filme de suspenso que evoca secuencias de suspenso de filmes como “Gravity” de Alfonso Cuarón, cineasta que también utiliza el CGI con el propósito de engrandecer la experiencia.
El plato principal llega en la segunda hora de la película, dedicada en su totalidad al proceso de evadir la seguridad de las Torres Gemelas, llegar a la azotea, preparar la cuerda y finalmente cruzar de una torre a la otra. Luego de una primera mitad poco memorable, Zemeckis se reivindica con un espectáculo visual complementado por la mejor utilización del 3D en el cine desde que el formato se convirtió en el recurso principal de los blockbusters. La reacción del público ante objetos que parecen salir de la pantalla y tiros hacia el vacío que causan la sensación de vértigo de estar ahí parados evidencian el total control y dominación de Zemeckis sobre el aspecto técnico de la película.
Pero “The Walk” no es sólo un intento exitoso de presentar una increíble historia verídica sobre un hombre con ambiciones elevadas al nivel de rascacielos, pues también funciona como un homenaje a las dos torres que representan un momento en que la nación se vio derrotada. No hace falta un texto de dedicación al final de la película, y este es una de los aspectos más admirables de “The Walk”, un filme que demuestra respeto hacia el arte en vivo, uno de sus mayores intérpretes y los edificios que lo inspiraron a él y que ahora inspiran al mundo entero.