Doce años después de su última aparición en el cine en la épica del director Peter Jackson, King Kong regresa a la pantalla grande en KONG: SKULL ISLAND, filme que funciona como antesala a un colosal enfrentamiento entre los dos reyes del cine de monstruos, el segundo siendo Godzilla. La película, rica en efectos visuales, desarrollo de mundos y el Kong más grande e imponente que haya llegado al cine en las últimas décadas, arranca con la fuerza ambas bestias unidas. Sin embargo, un guión que insiste en favorecer el elemento humano mientras ofrece un pobre desarrollo, limita a un director visionario cuyas influencias y visión singular habrían elevado el filme, de haberse mantenido en su estado más puro. Afortunadamente para el recién nacido universo compartido, el cine, aunque se considere arte, también es entretenimiento, y en este aspecto “Kong: Skull Island” rara vez decepciona.

La película transporta a la audiencia al año 1973 con la Guerra de Vietnam en el fondo, mientras un agente del gobierno (John Goodman) contrata a un ex capitán del Servicio Aéreo Especial del Ejército Británico llamado James Conrad (Tom Hiddleston) con la intención de ser los primeros en explorar una misteriosa isla inexplorada en el Pacífico. Los acompaña Mason Weaver (Brie Larson), fotógrafa anti-guerra que se inserta en la misión con el propósito de destapar lo que ella piensa es una deshonesta operación militar disfrazada de una expedición científica. El grupo es escoltado por el teniente coronel Preston Packard (Samuel L. Jackson) y su escuadrón, en el que se destacan Toby Kebbell, Thomas Mann y Jason Mitchell. En su llegada a la isla, el grupo descubre algo más grande y letal que una tribu de indígenas.

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A diferencia del filme “Godzilla”, en el que el director Gareth Edwards reservó al monstruo en toda su gloria para la segunda mitad  de la película al estilo de Steven Spielberg en “Jaws”, el rey de la Isla Calavera hace su primera aparición en los primeros minutos de la película, poco después de que el grupo de exploradores, soldados y científicos atravesara una tormenta que protege la isla. El director Peter Jackson atravesó con éxito una ruta similar en su fiel recuento del clásico del 1933. Reconociendo que el monstruo de 31 metros y 158 toneladas es la atracción principal de la película, Vogt-Roberts (The Kings of Summer) no tarda en introducir a Kong en una secuencia en la que deja al descubierto influencias como “Apocalypse Now” de Francis Ford Coppola. La pieza de acción se convierte en un juego aéreo de gato y ratón, en el que los roedores son reemplazados por helicópteros que caen en pares a manos de un enfurecido Kong.

La idea del desplazamiento forzado que ha caracterizado la historia de King Kong a través de los años sigue presente, aunque no intacta. Para entender su reacción y evitar deshonrarlo como un simple villano del cine, es imprescindible que el guión se preocupe por establecer al enorme Gorila como la víctima de un acto vil e inhumano El grupo de soldados y científicos no ha llegado a un hábitat hostil, sino que han interrumpido, con la intención de colonizar, el reinado de un líder y férreo protector de su gente.

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Para fortalecer esta idea y proporcionar alivio cómico en medio de la desgracia, el guión introduce a Hank Marlow, un piloto americano que ha estado varado en la isla desde la Segunda Guerra Mundial. Un poco chiflado, Marlow provee el trasfondo necesario para crear empatía con el gorila, mientras que el teniente coronel Packard (Jackson) se desplaza al lado opuesto de la ecuación, jurando venganza por la muerte de sus soldados. El legendario actor, acostumbrado a interpretar al villano de la historia, se presenta como una versión simplificada de un personaje que ha interpretado en otro momento de su carrera con mayor complejidad.

En un filme abarrotado de personajes humanos, Marlow y Packard son los únicos que se acercan a un personaje completo, con arco incluido. Aunque apresurado, ambos personajes terminan en un lugar diferente el que estaban cuando son introducidos en la historia. El resto, víctimas de un guión que quiere balancear tiempo en escena entre el monstruo y los humanos, recibe el trato que una duración de poco menos de dos horas le permite. Larson, una de las más recientes ganadoras del Oscar a la Mejor Actriz, se pasea entre hombres con cámara en mano, pero con muy poco que hacer. Su relación con el gorila, trabajada en otras versiones con un toque romántico que en la era de lo políticamente correcto habría sido menos efectivo, se limita efectivamente a un mutuo entendimiento de una lamentable situación; una guerra sin motivos en la que ambas partes tiene mucho que perder.

Un guión defectuoso es fácil de olvidar, en especial para quien va en busca de destrucción y un espectáculo visual. Cuando mejor funciona la película, es cuando el director ha preparado el campo para un enfrentamiento entre Kong y el resto de los monstruos que habitan la isla. Cuando sus personajes humanos, al igual que la audiencia, se limitan a ser espectadores de luchas apoteósicas, resulta imposible no estar del lado del gorila y anticipar una batalla de proporciones épicas, con la que el estudio coquetea en una escena post-créditos.

Crítica de KONG: SKULL ISLAND
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