Crítica de King Arthur: Legend of the Sword

Si tolerar dos horas y seis minutos de King Arthur: The Legend of the Sword probó ser un reto, más cuesta arriba aún es el proceso de intentar describir una película con crisis de tono e identidad.

Guy Ritchie, el director detrás de películas como Sherlock Holmes, Snatch y RocknRolla, trae su peculiar y en gran parte desgastado estilo al clásico relato del Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda. El resultado, para sorpresa de todos los que se saltaron las dos insufribles horas de The Man from U.N.C.L.E., es un filme poco inspirador, visualmente indescriptible, estruendoso y el momento más bajo en la carrera de un cineasta cuya carrera ahora depende completamente del asegurado éxito de su próxima película: una versión ‘live action’ de Aladdin.

En cuanto a historia, la película es relativamente fiel a la fuente y la fórmula con la que anteriormente se ha contado. Cuando el rey Uther (Eric Bana) es asesinado su propio hermano, Vortigern (Jude Law), el verdadero heredero del trono es privado de lo que es su derecho de nacimiento. Con poca información sobre su verdadera identidad, Arthur (Charlie Hunnam) crece en la parte dura de la ciudad, rodeado de ladrones y prostitutas. Un vez extrae la espada de la piedra, tal y como cuenta la popular leyenda, su vida cambia por completo y es forzado a reconocer su verdadero legado, aunque no le guste. Hunnam no es extraño a interpretar al héroe que le cuesta aceptar su destino. Lo hizo en Pacific Rim, y ahora lo perfecciona con King Arthur: Legend of the Sword, donde se desempeña sin pena ni gloria como un rey sin trono con la carisma de un tronco que recientemente fue cortado.D4D_8450.dngLa elección de Hunnam como el héroe principal del relato medieval es solo una más en una larga lista decisiones de confianza mal colocada de un estudio notorio por decisiones pobremente calculadas. Charlie Hunnam, quien alguna vez fue el principal candidato para dar vida al millonario seductor, Christian Grey, es exclusivamente la decisión de un director que forcejea con las alteraciones de ejecutivos de estudio, a quienes debió haber escuchado en esta ocasión. El actor inglés es la verdadera víctima de una libertad creativa que podría herir de gravedad su corta carrera en Hollywood.

No es que Hunnam no sea capaz de ponerse la capa de héroe y remover la espada de la piedra mientras el pueblo, en este caso la audiencia, lo celebra en unísono. Una de sus más recientes películas, The Lost City of Z, es prueba de que el actor de 37 años simplemente ha tenido un mal arranque en el cine, y fanáticos de la serie Sons of Anarchy estarían de acuerdo. El problema es que a diferencia de Pacific Rim, filme que también tuvo sus problemas de conexión con audiencias norteamericanas, esta adaptación de un ya conocido relato no está reforzada con un cineasta del calibre de Guillermo del Toro, mucho menos con alteraciones refrescantes que interesen a un público que no se dará cita a las salas de cine por los nombres que resalta el afiche oficial, entre ellos Jude Law, Annabelle Wallis y Aidan Gillen.arthur_web7Los visuales, donde fue arrojado la mayor parte del presupuesto, son admirables, pero nunca impresionantes; mucho menos innovadores. Tampoco es que en el cine sea requisito innovar para resaltar, pero pocas veces estorbar ayuda a las aspiraciones de una mega producción. A lo que sí ayuda, es a entumecer el público y desviar su atención de las imperdonables fallas del guión, cuyas escasas victorias residen en el humor de los escritores, incluyendo a Ritchie, y un elenco secundario -liderado por Gillen de Game of Thrones– que hace de tripas, corazones.

Con cada secuencia de acción la ambición es clara, e incluso admirable. Es la confusa dirección y errática edición lo que imposibilita el disfrute de estas piezas de acción, donde el estilo es simplemente un toque de lo que Ritchie ha logrado en el pasado. En sus trabajos más populares, entre ellos las películas de Sherlock Holmes, la cámara lenta es utilizada para resaltar lo que habría pasado por desapercibido por el ojo humano, añadiendo profundidad a la ejecución de la acción. En King Arthur: Legend of the Sword, la cámara lenta es una simple técnica falsa implementada para cubrir la evidente falta de visión.

Desde la primera secuencia de la película, es evidente que estamos mirando a través del lente y la rápida edición de Ritchie. Por primera vez, la sobreexposición mediante el diálogo, el voice over y la retrospección se sienten fuera de lugar en una propuesta del director de la excelente Lock, Stock and Two Smoking Barrels. Desafortunadamente para King Arthur: The Legend of the Sword y todas las partes envueltas, esta es la única bala remanente en el cañón de Ritchie, cuyo acuerdo con Disney no pudo haber llegado en peor mejor momento.