Entre superhéroes, robots enormes y cuentos de hadas que dominan la taquilla, un estudio finalmente ha producido la fantasía queer que una comunidad desatendida por el cine comercial estaba esperando.

Más cine John Hughes que cine Barry Jenkins, la cinta Love, Simon presenta la típica historia de autodescubrimiento, pero esta vez desde la perspectiva de un adolescente gay cuya vida casi perfecta en los suburbios solo carece de un componente: la tranquilidad y balance emocional que muchas veces viene con ser tú mismo, libremente. Simon, interpretado por Nick Robinson de Jurassic World, es un joven de 17 años a quien todo en la vida le va de maravilla. Rodeado de buenos amigos y una familia aparentemente funcional, la única preocupación en su mente es que no encuentra la valentía para salir del clóset. Esto cambia cuando Simon conoce a Blue, una figura anónimo con quien rápidamente entabla una amistad de internet, sin conocer su verdadera identidad. Enamorado de alguien que no conoce, Simon intenta ponerle cara a Blue dentro y fuera de la escuela, desatando, tanto en al película como en en el público, un divertido y emocionante juego de asociación.

Luego de que una conversación privada con Blue amenazara con filtrarse en una escuela repleta de estudiantes sedientos de un buen chisme, salir del clóset ante sus amigos y familia adquiere un conteo regresivo que lo obliga a hacer cosas podrían quebrantar lazos de amistad.

Love, Simon es la primera producción de un estudio como 20th Century Fox que coloca a un protagonista gay en el centro de la historia. Fuera de la ejecución, la película ya representa un logro para una comunidad que hasta hoy solo se había visto representada en un cine menos accesible con películas como Moonlight, Call Me By Your Name y Blue is the Warmest Color, por mencionar títulos recientes. Aunque aclamadas, estas películas y su clasificación para adultos las alejaban de una audiencia joven con ansias de verse representado en el cine con sus angustias y preocupaciones. Pero tal vez más importante aún, desde un punto de vista inclusivo, una audiencia con hambre de consumir fantasías románticas como la que presenta esta película.  

Lo que hace que Love, Simon sea verdaderamente especial es, que más allá de lo que representa, la película es un enorme acierto desde un punto de vista cinematográfico. Desde el seguro pero encantador guión de Elizabeth Berger e Isaac Aptaker, hasta las actuaciones de un elenco secundario que nunca permite que todo el peso recaiga sobre Robinson, Love, Simon explora temas relevantes sin ofender a nadie en el camino y, por supuesto, sin dejar de ser un producto diseñado para entretener.  La película, un futuro clásico dentro del género de comedias románticas, registra como mucho más que Call Me By Your Name vía el filtro de Disney Channel, que es lo que aparenta ser en la superficie.

Justo en el corazón de esta producción trascendental se puede encontrar al actor Nick Robinson, quien finalmente logra presentarse como una futura estrella de cine tras varios intentos fallidos en filmes como Everything, Everything y The 5th Wave.  Una gran presencia y carisma lo separan de actores similares con los que debe haber competido por este importante rol, uno que definirá su carrera de ahora en adelante. Lo complementan un excelente y diverso elenco secundario liderado por Katherine Langford en un rol mucho más digerible que el que la catapultó al cine en la serie 13 Reasons Why.

Sin embargo, son los novatos Alexandra Shipp de X-Men: Apocalypse y Logan Miller de The Walking Dead los que se roban el show en esta imperdible comedia romántica que evoca al legendario John Hughes (The Breakfast Club, Sixteen Candles) pero que logra trazar su propio camino; uno de inclusión, madurez y autodescubrimiento.

Crítica: Love, Simon trasciende la comedia romántica
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