Wildlife, del director Paul Dano, es un desgarrador relato de un matrimonio que se derrumba y sus desastrosos efectos en aquellos que se encuentran en el medio de todo.
Emulando los efectos catastróficos de un fuego forestal, la separación de una familia posee la misma paciencia y poca piedad, destruyendo todo a su paso sin ningún tipo de discrimen o selectividad. Esta es, en esencia, la premisa de Wildlife, debut como director del celebrado actor Paul Dano (There Will Be Blood, Ruby Sparks). Con un guion del propio Dano y su novia, la también actriz Zoe Kazan, la cinta que debutó en Sundance temprano en el año vuelve a hacer una parada en el Festival Internacional de Cine de Toronto, bien podría arrasar en categorías de actuación entrando en la temporada de premiaciones.
Para Jerry Brinson (Jake Gyllenhaal), la principal función de un hombre es proveer para su familia. Jerry, queda claro desde el comienzo de la película, es el auto-denominado pilar de este hogar de tres en la década de los sesenta. ¿Cuál es el verdadero valor de un hombre?, le pregunta Jerry a su hijo en un momento de desesperación. Su esposa Jeanette, interpretada por una excelente Carey Mulligan, es una asistente de maestro que, revela el guion temprano en el primer acto, actualmente no desempeña en su vocación por sugerencia de su esposo. Naturalmente, el orgullo de Jerry queda herido cuando es despedido sin justificaciòn frente a su hijo Joe (Ed Oxenbould). En su desesperación y en contra de los deseos de su familia, Jerry acepta un peligroso trabajo como parte de una brigada que será enviada a asistir en la extinción de un incendio forestal que amenaza a las comunidades cercanas. Su decisión es el detonante de la inminente implosión de la familia Brinson, quedando el adolescente Joe en medio de una crisis de la que no tiene control alguno.
Lo que habría caído fácilmente en un típico melodrama sobre el rompimiento de un matrimonio es, en lugar, una refrescante exploración de sus efectos en los hijos, a quienes rara vez se les prepara para un cambio de tal magnitud. La historia es contada mayormente desde la perspectiva de quien, en la posición más incómoda, forcejea con sentimientos que cambian con cada nuevo detalle o información que recibe. Oxenbould, en un rol que lo establece como un prometedor actor dramático, oscila entre el coraje y empatía hacia sus padres, forzando una madurez temprana que el actor plasma con la precisión de un veterano como Gyllenhaal, con quien en más de una ocasión se va de tú a tú.
Es precisamente en actuaciones donde la película alcanza su punto más alto, sin restarle mérito al estupendo guion de Dano y Kazan. Son este trío de actores, complementados por Bill Camp (Loving, The Night Of) el mayor logro de esta propuesta.
Sin embargo, no puede pasarse por alto la importante representación de una mujer imperfecta en Jeanette, cuyas fallas son exploradas, acogidas y celebradas por un atrevido guion que inicialmente impone roles sociales para paulatinamente erradicarlos. Es un progresismo que escasea en el melodrama, en especial a la hora de representar la infidelidad. Pero Dano y Kazan trazan con cuidado un desarrollo que evita justificar la infidelidad, y más bien la presentan como herramienta para corregir uno de los grandes errores del cine: la idea de que un personaje femenino bien realizado debe ser uno carente de fallas o imperfecciones.