El apocalipsis zombie se mezcla con la política sucia en “Get the Hell Out”, la nueva propuesta del director taiwanés, Wang I-fan.

En el saturado subgénero de los zombies no queda mucho que hacer, excepto aceptar la pura noción de que en este punto es mejor acoger sus clichés que tratar de innovar. El cine de zombies ha hecho de todo, desde el su forma más pura anclada en el terror de George A. Romero hasta la parodia inteligente de películas como Shaun of the Dead y Zombieland. “Get the Hell Out”, cuya historia se desarrolla por completo dentro del Parlamento de Taiwán es estruendosa, sangrienta, política y, hasta cierto punto, fuera de lugar en el año 2020. La cinta de comedia y horror tampoco aporta nada nuevo al género y apreciarla dependerá de tu estado de ánimo y tu nivel de tolerancia para una película que parece ir a 100 millas por hora. 

Tan reciente como el año pasado, este despliegue de sangre y tripas habría sido un “highlight” del cine de medianoche que ofrece el Festival Internacional de Cine de Toronto. Este año, forzados a lanzar de manera virtual en medio de una pandemia, el cine de medianoche no se beneficia de la electrizante atmósfera que crean los miles de fans del cine de género que se dan cita noche tras noche en la universidad de Ryerson. Esta audiencia, reconocida por su entusiasmo y peculiar atracción hacia este tipo de cine, habría apreciado la violencia desenfrenada y los miles de galones utilizados para convertir el parlamento en una piscina de sangre. 

En la sala de tu casa, es casi imposible ignorar que “Get the Hell Out” no es necesariamente una película, por más que intente pasar por sátira política. Todo el desarrollo invertido durante el primer acto de la película queda desatendido una vez entran los zombies a la historia. En este momento, la película se convierte en una extenuante pero impresionante coreografía de acción en que ni siquiera las cámaras se salvan de un baño de sangre. 

Megan Lai lidera el elenco como una ex miembro del parlamento que intenta luchar contra una planta química que representa un peligro para la república. Para recuperar su posición en el parlamento, recluta a un guardia de seguridad (Bruce Hung) que, de la noche a la mañana, se convirtió en héroe y favorito para ocupar su vacante. Hay rastros de política sucia esparcidos aquí y allá, pero nada sustancial o que logre elevar el material más allá de una admirable ejecución técnica con poco o implementación de efectos digitales. Una secuencia que parece exagerada para añadirle un toque de comedia, miembros del parlamento discuten a razón de gritos y lanzamientos de botellas y globos llenos de agua. Una simple búsqueda en Google deja al descubierto que la guerra de agua es una práctica común en el congreso de ese país. 

Demasiado cerca de la realidad -tanto política como de salud- la película “Get the Hell Out” tiene muy poco para ofrecer en este momento con la excepción de elementos técnicos, una fracción de sus chistes y un final que podría interpretarse como una alegoría, pero que igual te dejará rascándote la cabeza.

“Get the Hell Out” forma parte de la alineación de Midnight Madness del Festival Internacional de Cine de Toronto.

TIFF Review: Get the Hell Out
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