Dog Days, la tercera y última película de perros a estrenar este mes ofrece un buen balance de humor, seriedad y encanto canino.
Una buena manera de mantener vivo el legado de un director es adoptando su estilo de dirección, sea para celebrarlo o simplemente para mantenerlo vigente. Si el estadounidense Garry Marshall estuviese vivo, habría estado complacido con el trabajo del director Ken Marino en Dog Days, filme que toma prestado de la parte alta de la filmografía de Marshall, pero no necesariamente de aquellas películas que lo dieron a conocer dentro del género de la comedia romántica. En otras palabras, esta nueva propuesta que llega el 30 de agosto a los cines de la isla es más Valentine’s Day que Pretty Woman, en cuestión de compleción, pero de igual manera un adorable relato de cómo nuestras mascotas nos hacen mejores personas.
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Vidas se intersectan en la ciudad de Los Ángeles, pero no necesariamente por sus propias acciones, a diferencia de otras favoritas como New Year’s Eve y Love, Actually. El principal atractivo de Dog Days, desde un punto de vista exclusivamente comercial, son los caninos cuyas ocurrencias, acciones y circunstancias fuera de su control obligan a estos personajes a interactuar entre ellos. Nina Dobrev de la serie The Vampire Diaries encabeza el elenco como Elizabeth, una conductora de televisión que comienza a tener roces con su nuevo compañero de trabajo. Esto, por supuesto, cambia cuando su compartido amor por los perros los ayuda a desarrollar una bonita relación de amistad… con potencial de ser algo más. Por otra parte, una barista con grandes aspiraciones llamada Tara (Vanessa Hudgens) vive enamorada del veterinario al cruzar la calle cuando decide ayudar a Garrett (Jon Bass), un joven en busca de una nueva localidad para su albergue de perros. Dax (Adam Pally) es un hermano poco responsable que comienza a adquirir carácter cuando se hace cargo del perro de su hermana que recién tuvo gemelos, mientras que Finn Wolfhard de la serie Stranger Things ayuda a su tutor a recuperar su perra perdida.
Todas estas vidas se conectan de alguna manera u otra, pero no por el ingenio de los guionistas Erica Oyama y Elissa Matsueda en lo que probablemente sea la falla principal de esta película. Aunque el encanto no escasea, la ligereza del guion sugiere que nunca hubo un intento de conectar estas vidas mediante otro elemento que no fuera un evento en el que eventualmente todos coinciden. Existen algunas excepciones, como las dos familias que ven sus vidas alteradas por un pequeñito que olvida el camino de regreso a casa y encuentra una nueva familia. Este es también el gancho emocional de la película, pues explora la compleja situación de tener que entregar un rescate a su previo dueño luego de haberse encariñado con el animal. Todos hemos estado ahí, o lo hemos visto de cerca.
Con historias como esta, Dog Days logra mantenerse en territorio familiar para la audiencia, que fácilmente podrá identificarse con los diferentes relatos presentados en pantalla con un buen balance entre humor y seriedad. Aunque no reinventa el concepto, se trata de una inofensiva adición a un subgénero dirigido a una audiencia menos exigente, y una que el mismo Marshall logró descifrar con las últimas tres propuestas de su carrera, cerrando su filmografía con Mother’s Day. La película es todo lo que busca ser: un desborde de sentimentalismo perfecto para aquellos que buscan sentir de todo en poco menos de dos horas.