Toda tu vida has escuchado que no existe amor más puro que el de una madre. La mayoría de nosotros podríamos, aunque sea a medias y en lenguaje vulgar, atestiguar sobre ello. Sin embargo, de vez en cuando nos llega un trabajo artístico que lo hace tan bien, que lo más sensato que podemos hacer es echarnos a un lado y observar a través de hermosas imágenes y estilo narrativo de la misma condición. “Mommy”, cuyo estreno en las salas de Fine Arts Miramar esta semana tomó por sorpresa a una impaciente comunidad de cinéfilos, es un honesto y electrizante retrato del amor y los sacrificios de una madre feroz a punto de quebrarse.

Anne Dorval personifica a Diane “Die” Després, la viuda madre de Steve, un adolescente de 15 años cuyo comportamiento problemático le había conseguido una estadía en una escuela especial hasta que fue devuelto a su madre tras quemar la cafetería en un incidente en el que uno de sus compañeros resultó herido. Cuando una misteriosa vecina llamada Kyla (Suzanne Clément) interviene en medio de un altercado entre Steve y su madre, nace una honesta relación entre el peculiar trío que podría ser la pieza clave para que el volátil joven salga de un camino que lo lleva directo a la cárcel.

Diane (Dorval) es lo que despectivamente llamaríamos “basura blanca”, una mujer pobre y vulgar con poca educación. Su todavía esbelto cuerpo y remanente belleza son evidencia de una preñez joven. En otra palabras,  un error. “Die” no para de fumar y su tono de voz es tan irritante como el comportamiento de su hijo. Sin embargo, lo que esta madre no tiene en educación lo tiene en experiencia, reflejada en su ferocidad e independencia. Diane no es la típica madre soltera hollywoodense, cuyo problema principal se origina en la incapacidad de mantener una relación amorosa. Diane no anda saltando de un hombre a otro. El único hombre en su vida a Steve, un volátil adolescente diagnosticado con ADHD (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad). La decisión de llevarlo a casa podría ser otro error, a pesar de estar basada en las mejores intenciones.

Kyla, por su parte, es una mujer introvertida en medio de un sabático cuya razón se nos presenta sutilmente, nunca de sopetón. De esta manera, Dolan nos obliga a sumergirnos en la vida de Kyla. Las piezas están ahí, pero es nuestro trabajo acomodarlas. Aunque en un momento resulta obvio, no puedo dejar de apreciar la sutileza y paciencia con que Dolan va armando el relato. Kyla, una maestra traumatizada que tartamudea terriblemente, ve en Steve lo que podría ser la oportunidad de intentarlo de nuevo o simplemente lo usa como una excusa para huir de su realidad. Podrían ser las dos, pero tampoco sabemos. Este, al igual que el Complejo de Edipo, es uno de esas ideas con las que Dolan coquetea pero evitar restregar en tu cara.

Lo reservado de estas dos mujeres contrasta perfectamente con la explosividad de Steve, personificado por el impredecible Antoine-Olivier Pilon. Steve puede ser dulce y la pesadilla de toda madre a la vez. Su pasión por la música -otro toque singular de Dolan- y el amor que siente por su madre, brinda a Steve la profundidad y humanidad que podría haberse perdido fácilmente entre rabietas y confrontaciones que nunca abandonan la sinceridad por el melodrama. Es imposible enfocarte en uno solo cuando los tres comparten escena.

La decisión de haber filmado la película en 1:1 en lugar del tradicional 1.85 podrá ser una distracción para algunos, sin embargo, el cuadrado perfecto refuerza la honestidad e intimidad de esta relación maternal y da la impresión de que estos tres sujetos están atrapados. Su claustrofobia y sentido de estancamiento también es el nuestro, pues en una espacio tan pequeño no tenemos otra opción que no sea quedarnos con ellos.

Dolan hace maravillas con este espacio limitado, pero es cuando la imagen se estira que el precoz director de 26 años se enfoca en dejarnos sin aliento. Nosotros, al igual que Steve, Diane y Kyla, también nos sentimos libres en el momento en que el joven, montado en su patineta en uno de los momentos más alegres del filme, rompe la cuarta pared y estira la imagen con sus manos.

Mientras cientos de actrices de Hollywood se pelean entre ellas por roles genéricos y chatos que sólo empeoran la preocupante situación de la mujer en el cine, la esperanza de un cine donde reina la equidad se ve reforzada con “Mommy”. Lo más reciente de Dolan no es solamente uno de los mejores filmes que verás este año, sino que contiene dos actuaciones femeninas que superan  sin problema a cada uno de los desempeños que compitieron por el Oscar el pasado mes de febrero, y difícilmente podrán ser igualadas en lo que resta de año, por más tiempo que eso sea.